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El Papa llama a la comunidad internacional a resolver la crisis de los Rohinyá

En el discurso frente a las autoridades de Bangladesh, Francisco habla sobre los desplazados de la región birmana de Rakhine: «Es necesario que la comunidad internacional tome medidas decisivas para hacer frente a esta grave crisis»

«Ninguno de nosotros puede ignorar la gravedad de la situación, el inmenso costo en términos de sufrimiento humano y de la precaria condición de vida de tantos de nuestros hermanos y hermanas, la mayoría de los cuales son mujeres y niños, hacinados en los campos de refugiados». Al llegar a Bangladesh, tras su paso por Myanmar, el Papa Francisco vuelve a hablar sobre la minoría perseguida de los Rohinyá, aunque no utiliza la palabra con la que se designa a sí misma esta etnia musulmana. Lo hace en su discurso ante las autoridades políticas, en el palacio presidencial de Bangabhapan de Dhaka, que fue hasta 1911 la residencia del virrey de la India.

A su llegada al aeropuerto de la capital, el Papa fue recibido por el presidente Abdul Hamid y un grupo de bailarinas vestidas tradicionalmente pero con los colores de la bandera vaticana, el blanco y el amarillo. Muchos carteles daban la bienvenida al Papa por las calles de la ciudad. Desafiando el intenso tráfico, Francisco se dirigió primero al National Martyr’s Memorial, erigido en memoria de los mártires que dieron sus vidas por la guerra para liberar el país en 1971. Allí firmó el Libro de Honor, y, antes de escribir una frase sobre su visita, en la columna en la que los visitantes deben especificar su profesión, Francisco puso: «Obispo católico romano».

Después el Papa se trasladó al Bangabandhu Memorial Museum, que antes de ser un museo fue la casa del primer presidente de Bangladesh, Sheikh Mujibur Rahman, asesinado junto con los 31 miembros de su familia el 15 de agosto de 1975. Al final, el Papa llegó al Palacio presidencial y, después de la visita de cortesía a Abdul Hamid, se reunió con las autoridades políticas e institucionales.

Primero pronuncia un discurso el presidente, quien afirma: «Nuestro gobierno ha dado refugio a un millón de Rohinyá que se vieron obligados a dejar su antigua patria en el estado de Rakhine, en Myanmar. Miles de ellos, incluidos mujeres y niños, fueron brutalmente asesinados y las mujeres violadas». El presidente agradece al Papa por «la postura que ha tomado a favor de los Rohinyá que sufren y su voz apasionada en contra de esta brutalidad nos da esperanza para la solución de la crisis. Su cercanía hacia ellos, su llamado para socorrerlos y garantizarles plenos derechos responsabiliza a la comunidad internacional para actuar rápidamente».

Francisco agradece a Bangladesh por lo que ha hecho frente a esta emergencia humanitaria: «En los últimos meses, el espíritu de generosidad y solidaridad, que es un signo distintivo de la sociedad de Bangladesh, se ha manifestado con más fuerza en el impulso humanitario con el que han atendido a los refugiados llegados en masa del estado de Rakhine, dándoles refugio temporal y lo necesario para la vida. Esto se ha realizado con no poco sacrificio. Y todo el mundo lo ha podido contemplar».

«Ninguno de nosotros –añade el Papa– puede ignorar la gravedad de la situación, el inmenso costo en términos de sufrimiento humano y de la precaria condición de vida de tantos de nuestros hermanos y hermanas, la mayoría de los cuales son mujeres y niños, hacinados en los campos de refugiados. Es necesario que la comunidad internacional tome medidas decisivas para hacer frente a esta grave crisis, no sólo trabajando para resolver los problemas políticos que han provocado el desplazamiento masivo de personas, sino también ofreciendo asistencia material inmediata a Bangladesh en su esfuerzo por responder eficazmente a las urgentes necesidades humanas».

En su discurso, después de haber recordado los viajes de sus predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, Bergoglio afirma que «Bangladesh es una nación que se esfuerza por conseguir una unidad de lengua y de cultura, respetando las diferentes tradiciones y comunidades que fluyen como arroyos de agua que enriquecen continuamente el gran cauce de la vida política y social del país». El Papa explica que «En el mundo de hoy, ninguna comunidad, nación o estado puede sobrevivir y progresar aisladamente. Como miembros de la única familia humana, nos necesitamos unos a otros y somos dependientes unos de otros». Y recuerda que el primer presidente de Bangladesh, Sheikh Mujibur Rahman, «comprendió y trató de incorporar este principio en la Constitución nacional. Él imaginó una nación plural e inclusiva, en la que cada persona y comunidad pudiese vivir en libertad, paz y seguridad, respetando la innata dignidad y la igualdad de derechos para todos».

«El futuro de esta joven democracia y el tener una vida política sana están esencialmente vinculados a la fidelidad a esa visión fundante. En efecto, sólo a través del diálogo sincero y el respeto por la diversidad legítima, puede un pueblo reconciliar las divisiones, superar perspectivas unilaterales y reconocer la validez de los puntos de vista divergentes. Porque el verdadero diálogo mira hacia el futuro, construye la unidad en el servicio y se preocupa por las necesidades de todos los ciudadanos, especialmente de los pobres, los desfavorecidos y los que no tienen voz».

El Papa insiste en la armonía que tradicionalmente «ha existido entre los seguidores de las diversas religiones». «En un mundo en el que la religión a menudo se usa (escandalosamente) para fomentar la división –explica el Papa recordando el brutal atentado de hace dos años–, el testimonio de su poder reconciliador y unificador es muy necesario. Esto se ha manifestado de manera particularmente elocuente en la reacción unánime de indignación que siguió al brutal ataque terrorista del año pasado aquí en Dhaka, y en el claro mensaje que las autoridades religiosas de la nación han enviado de que el santísimo nombre de Dios nunca se puede invocar para justificar el odio y la violencia contra otros seres humanos, nuestros semejantes».

Para concluir, Francisco reconoce la «libertad» que vive la Iglesia en el país, pues puede «practicar su propia fe y realizar sus obras de caridad, entre ellas la de proporcionar a los jóvenes, que representan el futuro de la sociedad, una educación de calidad y una formación en sólidos valores éticos y humanos». El Papa recuerda que en las escuelas católicas, a las que asisten principalmente no cristianos, se trata de «promover una cultura del encuentro que permita a los estudiantes asumir sus responsabilidades en la vida de la sociedad». «Estoy convencido –concluye– de que, en sintonía con la letra y el espíritu de la Constitución nacional, la comunidad católica seguirá disfrutando de la libertad de llevar a cabo estas buenas obras como expresión de su compromiso por el bien común».

LaStampa

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