Fiesta de la Sagrada Familia
En la Fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia contempla en Jesús, María y José no solo un modelo espiritual de vida doméstica, sino una revelación concreta del designio de Dios sobre la familia humana. No se trata de una propuesta ideológica ni de una nostalgia del pasado, sino de una verdad profundamente arraigada en la realidad del ser humano, en su corporeidad, en su vocación al amor y en su apertura a la vida.
En un contexto cultural donde el concepto de familia se diluye y se redefine continuamente, esta fiesta invita a volver a lo esencial: ¿qué es verdaderamente una familia y sobre qué se funda?
La familia: una realidad previa a toda construcción social
La familia no nace de una convención cultural ni de un acuerdo circunstancial entre individuos. Como recuerda Fabrice Hadjadj, la familia es un hecho antes de ser un proyecto, una realidad previa a cualquier justificación ideológica o jurídica. Nadie elige nacer: todos somos introducidos en la existencia a través de una relación que nos precede¹.
Esta precedencia revela que la familia no es algo que el ser humano inventa, sino algo que recibe. La familia está inscrita en la condición humana como el primer ámbito donde la persona es acogida, nombrada, cuidada y educada.
La diferencia sexual como fundamento originario
Según Hadjadj, el punto de partida de la familia es un dato tan simple como irreductible: el ser humano nace de un hombre y una mujer. Esta diferencia sexual no es accidental ni intercambiable; es constitutiva del origen de cada persona humana².
Por eso, la familia se funda en el matrimonio entre un hombre y una mujer, entendido no solo como una unión afectiva, sino como una alianza estable abierta a la transmisión de la vida. El matrimonio no es una invención religiosa posterior, sino la forma humana de asumir responsablemente la generación, el cuidado y la educación de los hijos.
El Magisterio de la Iglesia lo expresa con claridad:
“La familia, fundada en el matrimonio, es una institución natural que precede al Estado y a cualquier otra comunidad”³.
El matrimonio: alianza estable y apertura a la vida
La Iglesia enseña que el matrimonio entre hombre y mujer posee una estructura propia que lo distingue de otras formas de relación: la complementariedad sexual, la unidad, la indisolubilidad y la apertura a la vida⁴.
Esto no significa que toda familia concreta viva estas dimensiones de manera perfecta, sino que este es el fundamento objetivo sobre el que la familia puede existir y desarrollarse plenamente. Separar la familia de este fundamento equivale a privarla de su raíz antropológica más profunda.
Hadjadj advierte que cuando la familia se redefine prescindiendo del cuerpo, de la diferencia sexual y del nacimiento, se convierte en una realidad frágil, sostenida solo por la voluntad, y no por un vínculo que precede y supera a los individuos⁵.
Afirmar la verdad no es excluir ni discriminar
Defender que la familia se funda sobre el matrimonio entre hombre y mujer no implica negar la dignidad de ninguna persona, ni descalificar a quienes viven otras formas de relación. La Iglesia enseña con firmeza que toda persona debe ser acogida con respeto, compasión y delicadeza, sin discriminaciones injustas⁶.
Reconocer el fundamento natural y antropológico de la familia no es un acto de exclusión, sino un servicio al bien común. La verdad sobre la familia no se impone por la fuerza ni se defiende con agresividad; se propone con razones, con caridad y con respeto.
Como recuerda el papa Francisco, “el anuncio de la verdad debe ir siempre unido a la misericordia”⁷.
La Sagrada Familia: verdad encarnada, no ideal inalcanzable
La Sagrada Familia no es un mito ni una excepción irrepetible. Es la confirmación de que Dios quiso entrar en la historia humana a través de una familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, abierta a la vida y sostenida por la fidelidad.
En Nazaret, Dios santificó la vida familiar ordinaria: el trabajo, la educación, el sacrificio, el amor cotidiano. Allí se revela que la familia no es una carga para la sociedad, sino su primer y más sólido fundamento.
En este día, el compromiso con la familia interpela a todos:
- A los legisladores, para que promuevan leyes que reconozcan y protejan el matrimonio y la familia fundada en él, sin reducirlos a meros contratos revocables. Hay otras formas legales de proteger a quienes libremente quieren vivir de manera diferente al plan de Dios.
- A las organizaciones de la sociedad civil, para que acompañen a las familias reales, con sus fragilidades y desafíos, fortaleciendo su misión educativa y social.
- A los educadores y comunicadores, para que presenten una antropología integral que no separe el amor del cuerpo, ni la libertad de la verdad.
- A los jóvenes, para que no tengan miedo de apostar por el matrimonio, la fidelidad y la apertura a la vida, aun en medio de una cultura que los presenta como ideales imposibles.
- A las familias, para que sean testigos vivos —no perfectos, pero reales— de que el amor fiel y fecundo sigue siendo posible.
Defender a la familia no es mirar al pasado, sino apostar por el futuro del ser humano.
En la Fiesta de la Sagrada Familia, reafirmamos con esperanza y convicción que la familia se funda sobre el matrimonio entre hombre y mujer, no por imposición religiosa, sino por fidelidad a la verdad del ser humano. Esta verdad, vivida con amor y anunciada con respeto, sigue siendo una luz necesaria para nuestra sociedad.
Bibliografía
- Fabrice Hadjadj, ¿Qué es una familia?, Rialp, Madrid, 2015, p. 15.
- Ibid., pp. 27–30.
- Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los Derechos de la Familia, 1983, Preámbulo.
- Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1601–1605.
- Hadjadj, ¿Qué es una familia?, pp. 45–48.
- Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358.
- Francisco, Amoris Laetitia, n. 308.
- Amoris Laetitia
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- bien común
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