Yo no ayudo a mi esposa con los hijos o el hogar, porque no puedo ayudar a alguien con lo que es mi responsabilidad. Yo me hago cargo de mi paternidad
Yo NO AYUDO a mi esposa, sino que soy responsable de mi paternidad.
Cuantas veces no hemos escuchado esa frase en muchas partes en la que hacen sentir al hombre que, cuando hace algo por los hijos, por la esposa o por el hogar, se refiere a esto como una “AYUDA”. Pero, en realidad, ¿un esposo ayuda a su esposa con los hijos o tareas del hogar?, o ¿es su responsabilidad?
Si bien, esto no pretende culpabilizar a ninguno sobre, el por qué el uso de esa frase en una relación matrimonial, cabe destacar que una buena parte de las esposas se refieren a la responsabilidad de sus esposos como una ayuda, cuando es su parte responsable la que está involucrada en la relación
Les cuento, me topé con una publicación muy curiosa, divertida y a la vez llena de tanta enseñanza para la familia, que quise compartirla con todos ustedes, debido a la confusión que hoy existen en muchos hogares y matrimonios respecto a este tema. La reflexión sigue a continuación.
¡Esta mañana he ido de paseo y al supermercado con los niños (ya tienen 15 meses, están para comérselos, ¡de verdad!). En la cola, se me ponen a hablar un par de señoras, y las dos concluyen lo mismo: “hay que ver lo que ayudan ahora los hombres a sus esposas con los hijos”. Esta es una de esas situaciones que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a sonreír, agradecer y seguir a casa.
¿Que qué le habría dicho a estas señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso ayudar a mi mujer con los hijos”. Y pasaría a explicarle cuál es mi punto de vista al respecto.
Antes de tener hijos yo nunca he sido de esas parejas o esposos que ayudan a su mujer con las tareas de casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando llegaron los hijos las cosas siguieron más o menos igual: ni le he ayudado con la casa ni ahora con los hijos.
Habrá alguno que aún no haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí y apiadándose de mi mujer (¡pobrecita, menudo esposo le ha tocado!). No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo “ayudar” a alguien con algo que es mi entera responsabilidad.
Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”.
Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella.
¿Por qué esta visión de la responsabilidad?
Tenemos aún en la mente un modelo de familia patriarcal en el que hay un reparto de tareas muy bien definido: el hombre es el proveedor de recursos, la mujer la gestora del hogar (ahí se incluyen los hijos).
Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente) y este reparto de papeles ha pasado en muchos casos a la historia.
La mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal, y no por falta de oportunidades o derechos sociales.
Hoy en día hombre y mujer se reparten (o deberían hacerlo) de modo equilibrado aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos. ¿Y qué es “de modo equilibrado”?
Ese equilibrio no implica en (casi) ningún caso un reparto 50-50, sino más bien una adaptación flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las tareas que se requieren.
Pensemos por ejemplo, qué injusto sería un reparto de tareas 50-50 en un caso en el que la mujer llegara a casa a las 20:00 después de 12 horas de trabajo, y su pareja llevara desde mediodía en casa. Un reparto “mitad tú, mitad yo” sería tremendamente injusto. E igual a la inversa.
Los hijos implican dar un paso más allá en esta flexibilidad y suponen un importante test de compenetración y trabajo de equipo en la pareja (y cuando vienen a pares como en nuestro caso, más todavía).
Ya hablé hace tiempo sobre el papel del padre durante la lactancia, ya que parece que muchos padres se sienten perdidos durante esta etapa pensando que la mujer es la única que puede hacer algo por el niño. Ni mucho menos. Pero conforme crecen los niños el papel que juega el padre crece más si cabe.
¿Cuál es la función del padre y de la madre?
Bueno, pues más allá de ser la madre (por obvios motivos) la encargada de la teta, el resto de las casi innumerables tareas relacionadas con los hijos no son patrimonio exclusivo de nadie, son total y absolutamente intercambiables entre padre y madre en función de las circunstancias, preferencias (de ellos o de los hijos, hoy quiero que me duerma mami/ papi) o habilidades de cada uno.
Un buen reparto de esas tareas es el que es equilibrado, justo, que no genera conflicto y que permite un desarrollo armonioso de la rutina doméstica.
¿Qué modelo quiero transmitir a mis hijos?
Quiero que mis hijos crezcan sin saber si planchar es cosa de hombres o de mujeres.
Que acudan con más o menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus confidencias, para jugar o para enfadarse.
Que no haya un “jefe” de la casa, sino que todos convivimos del modo más feliz posible.
Así que no, señora, yo no ayudo a mi esposa con los hijos. Tampoco la ayudo con las innumerables tareas del hogar o con las compras. Estoy con mis hijos en el supermercado y les paseo porque son mis hijos y me acompañan allá donde voy. Les cambio los pañales, les baño, les llevo al parque o les preparo la comida no por ayudar a mi esposa, sino porque son mis hijos, son mi responsabilidad y quiero que crezcan con un modelo de familia y de reparto de tareas diferente a aquel que usted y yo hemos tenido. Así que, los esposos no ayudan a sus esposas con los hijos o con las tareas del hogar, sino que se hacen responsables de su paternidad y sus deberes conyugales.
Fuente: Píldoras de fe