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Toscano de origen y discípulo directo de los Apóstoles, San Lino es reconocido por la tradición como el primer Papa después de San Pedro. Su nombre aparece inmediatamente después del de Pedro en todos los catálogos más antiguos de los Obispos de Roma, testimonio de su relevancia en los inicios de la Iglesia.
De Volterra a Roma: encuentro con San Pedro
Hijo de Ercolano y originario de la región de Toscana, San Lino habría estudiado en Volterra antes de trasladarse a Roma, donde conoció a San Pedro y abrazó la fe cristiana.
San Ireneo de Lyon —uno de los padres de la Iglesia— afirma que San Pedro y San Pablo le confiaron la misión de dirigir la comunidad cristiana. Además, lo identifica como el mismo “Lino” mencionado por San Pablo en la Segunda Carta a Timoteo (2 Tim 4, 21).
Eusebio de Cesarea, historiador cristiano del siglo IV, también confirma esta identificación.
Gobernar la Iglesia en tiempos turbulentos
San Lino asumió la guía de la Iglesia tras el martirio de Pedro y Pablo, en medio de fuertes tensiones en el Imperio Romano.
Vivió la persecución iniciada por el emperador Nerón, quien culpó a los cristianos del incendio de Roma. Al comenzar su pontificado, el Imperio era un caos: tras la muerte de Nerón, tres emperadores ocuparon el trono en menos de dos años —uno se suicidó y dos fueron asesinados—.
En el año 69 d.C., el general Vespasiano logró restaurar temporalmente el orden. Su hijo Tito, en el año 70 d.C., sofocó la revuelta judía y destruyó el Templo de Jerusalén, hito que marcaría profundamente al pueblo judío y al naciente cristianismo.
Organización de la Iglesia y enseñanza pastoral
En medio de este escenario incierto, Lino comenzó la estructuración formal de la Iglesia:
- Ordenó obispos y sacerdotes, estableciendo una organización sólida.
- Combatió doctrinas desviadas como el simonianismo (fundado por Simón el Mago) y los ebionitas, grupos que mezclaban el cristianismo con la observancia estricta de la ley mosaica.
El Liber Pontificalis le atribuye también una primera norma disciplinaria:
exigir que las mujeres asistieran a la Eucaristía con la cabeza cubierta, práctica vinculada a la reverencia y al respeto en la liturgia.
Muerte y sepultura junto a San Pedro
San Lino es venerado como mártir, aunque no existe certeza histórica de que haya muerto por persecución directa, pues durante parte de su pontificado hubo relativa paz para los cristianos.
El Liber Pontificalis afirma que fue sepultado en la colina del Vaticano, cerca de la tumba de San Pedro, signo de la profunda comunión entre ambos.
Legado
San Lino representa la continuidad apostólica:
de Pedro a Lino, de Lino a los sucesores, la Iglesia se fortalece bajo la guía del Espíritu Santo y la valentía de hombres que ofrecieron su vida por el Evangelio.
La historia de San Lino recuerda que la Iglesia no nació fuerte y segura, sino frágil, perseguida y sostenida por la fidelidad de quienes no temieron dar el paso de fe.