Los grupos de izquierda radical y las feministas de izquierdas que gritan “las mujeres trans son mujeres” están siendo manipulados por los multimillonarios y las grandes corporaciones. El movimiento trans no es un movimiento nacido en la base, como lo ha sido el movimiento feminista, es un proyecto de una élite, que está invirtiendo mucho dinero para promover una condición corporal disociativa que desvincula los cuerpos del género.
A escala internacional, asistimos a una saturación mediática de reivindicaciones trans y LGBTQ+, pero ¿se trata realmente de una cuestión de derechos para una parte muy pequeña de la población mundial o existe una agenda más amplia y oculta? La causa LGBTQ+ ocupa ahora un lugar destacado en la agenda de los poderosos y sus defensores están en «el top» de los medios de comunicación, del mundo académico y de las grandes empresas, la gran filantropía y la gran tecnología.
La financiación del movimiento trans LGBTQ procede de ciertas fundaciones y organizaciones, como la Open Society Foundations (OSF) de George Soros, por nombrar la más conocida. Menos conocida, pero especialmente significativa es la Fundación Movimiento Terasem del transhumanista Martine Rothblatt, consejero delegado de United Therapeutics, una multinacional farmacéutica y biotecnológica, dedicada a las nuevas tecnologías biomédicas y los xenotrasplantes, en cuyo consejo de administración se sienta el conocido transhumanista Ray Kurzweill.
Martine Rothblatt posee la mayor empresa de clonación de cerdos para xenotrasplantes en un proyecto de investigación en colaboración con Synthetic Genomics, una multinacional que trabaja en el campo de la biología sintética bajo la dirección del conocido Craig Venter[1]. Rothblatt también es miembro de las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina, financiadas por DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency[2]). Rothblatt, como otros transhumanistas, ha escrito varios libros para el gran público sobre cartografía del ADN, el cribado genético y la reproducción artificial de seres humanos.
La Fundación Tarasem invierte en proyectos de investigación sobre nano y biotecnología, conciencia cyborg, criogenia e Inteligencia Artificial promoviendo la ideología transhumanista entre el gran público. Esta es una de sus cautivadoras ofertas: “Programa BioFile: Mantén tus células vivas, con tus relojes biológicos detenidos durante un tiempo indefinido: Cuidamos tus células vivas y las almacenamos a la temperatura de nitrógeno líquido (-190° C) durante un periodo indefinido. Y después que se haya declarado legal la tecnología futura podremos hacer crecer un nuevo cuerpo mediante ecto-génesis y tu registro y memoria podrán descargarse, permitiéndote vivir indefinidamente”[3]. Tras el proyecto de cargar la conciencia desde un ordenador, Rothblatt también desarrolló un robot con el rostro de su esposa, Bina48, para lograr la trascendencia anhelada por los transhumanistas.
Estas y otras personas no sólo figuran entre los hombres más ricos del planeta, sino que son empresarios, ejecutivos de multinacionales biomédicas y biotecnológicas que con sus inversiones y obras filantrópicas están en condiciones de dirigir parte de la agenda política mundial.
Habría que preguntarse de dónde viene este interés de estos empresarios por proteger los derechos de una minoría de la población.
La congresista estadounidense McDermott ha explicado los intereses que están en juego: “el complejo médico-industrial de este país es mayor que el complejo militar-industrial . La gente no lo sabe, pero es una industria enorme[4]”.Pero la complejidad de su actividad no puede reducirse a ganar nuevos mercados y nuevos beneficios, sobre todo si tenemos en cuenta que quienes los financian son personas que poseen un capital superior al PIB de países enteros: su objetivo, por tanto, no es el mero beneficio, también hay intereses ideológicos.
Los poderosos que están detrás del lobby trans
Una breve descripción de estos principales financiadores es útil para comprender el mundo del que proceden y sus estrechos vínculos con la investigación, el desarrollo tecnocientífico y la filosofía transhumanista.
Estos «filántropos» y sus empresas envían enormes sumas de dinero de forma anónima a organizaciones como la Tides Foundation, dirigida por Drummond. La Tides Foundation , de hecho, ha creado un paraíso fiscal para estas fundaciones y para financiar campañas políticas. Tanto las empresas farmacéuticas como el gobierno estadounidense, han destinado millones de dólares a la causa LGBTQ+.
En los últimos diez años han surgido más de 30 clínicas para chicos y chicas con disforia de género sólo en Estados Unidos. El Centre for Transyouth Health and Development del Children’s Hospital de Los Angeles es la mayor clínica del país, con más de 700 jóvenes en tratamiento. El más joven tiene tres años. En los últimos diez años también ha habido una explosión de centros médicos para transexuales en todo el mundo. Estos tratamientos van desde cirugía plástica hasta trasplantes de útero para hombres que se identifican como mujeres y que pueden desear futuros embarazos. Este tipo de cirugías ya se han probado en otros mamíferos. La biogenética y los trasplantes están llamados a ser una gran inversión del futuro, ha afirmado taxativamente Rothblatt.
Se calcula que el gasto mundial en LGBTQ+ asciende a 424 millones de dólares. De 2003 a 2013, la financiación declarada para cuestiones transgénero se multiplicó por ocho. En 2011-13, la OSF fue la mayor financiadora de la causa transgénero, seguida de la Fundación Arcus de Stryker y la Fundación Tawani de Pritzker[5].
El OSF promueve los objetivos de los activistas transexuales, y defiende que el sexo biológico debe sustituirse por la «identidad de género» de tal manera que se incluya «opciones fuera de las categorías binarias de hombre y mujer». Y , que la identidad no debe «regirse por límites de edad». Abogan, además, por el acceso a la «terapias hormonales, el asesoramiento y la cirugía de género» a demanda, incluidos los bloqueadores de la pubertad para jóvenes[6].
En un informe (2015) titulado «Licencia para ser tú mismo, niños y jóvenes trans»[7] la OSF determinó que el objetivo de su Programa de Salud Pública : «es promover y apoyar la identidad de género».
Otros cruzados de la causa «trans».
Los Pritzker son una familia estadounidense de multimillonarios. Sus principales áreas de inversión se dirigen a la biomedicina, la reproducción artificial y la causa transgénero. Entre sus inversiones más significativas está el Lurie Children’s Hospital, un centro médico para niños con disforia de género; una cátedra de estudios transgénero; la Pritzker School of Medicine de la Universidad de Chicago; la Cleveland Clinic que realizó el primer trasplante de útero en Estados Unidos; el Baylor College of Medicine en la que nació el primer niño de un trasplante de útero y fecundación in vitro, (resultado de un programa de investigación para desarrollar trasplantes de útero experimentando con diez mujeres presas en distintos penales)[8], el Palm Center, un think tank LGBTQ+ de la Universidad de California que se dedica a validar la transexualidad en el ejército; el Clinical Innovations, que es una de las mayores empresas de dispositivos médicos; la Universidad Duke dedicada a proyectos de investigación para la criopreservación de ovarios femeninos; la Planned Parenthood, cuyas clínicas ofrecen terapia hormonal y es parte de la Federación Internacional de Planificación Familiar[9].
Esta organización, la Planned Parenthood Federation of America junto con la Fundación Human Rights Campaign;(HRC) ha lanzado una campaña para modelar las narrativas culturales de la sexualidad y la salud reproductiva sobre la base de la reproducción artificial del ser humano.
Un miembro de la familia Pritzkers, que fue Secretario de Comercio durante la presidencia de Obama, constituyó el Instituto Nacional para la Innovación en la Fabricación de Productos Biofarmacéuticos, dedicado a vacunas, terapias génicas, microchips y a desarrollar proyectos de investigación para estudiar las pandemias[10].
La Fundación Arcus
«Traspasa los límites», es el lema de la Arcus Foundation (AF), la mayor organización no gubernamental LGBTQ+ del mundo, fundada por Jon Stryker, heredero de una empresa de tecnología médica.
Stryker construyó una infraestructura política para impulsar la ideología de «identidad de género» en todo el mundo, donando millones de dólares a entidades grandes y pequeñas. Ha donado varios cientos de miles de dólares a ILGA, una organización para la igualdad LGBT de Europa y Asia Central (con representación de 54 países) y a Transgender Europe. A Stonewall, la mayor asociación LGBTQ Europea, le donó 142.000 dólares justo antes de que añadiera la T de transgénero al movimiento LGB .
El hilo que une a Arcus con Stonewall es un denso tejido de financiación que incluye más de 175.000 dólares para que Stonewall participará en mesas redondas destinadas a persuadir para que las grandes empresa apoyaran la causa LGBTQ presentándola como «una buena estrategia empresarial»[11].
Entre los numerosos proyectos financiados por Arcus encontramos Rainbow Laces, un proyecto destinado a acercar a las personas LGBTQ+ al deporte, abriendo así el deporte femenino a las personas ‘trans MtF’.
El presidente Biden, que fuera vicepresidente de Obama, aprobó un proyecto de ley en el que la «identidad de género» prevalece sobre los derechos de la mujer basados en el sexo[12]. En 2022 se comprometió abiertamente con la agenda transhumanista firmando una «Orden Ejecutiva sobre el Avance de la Innovación en Biotecnología» que propugna el desarrollo de la ingeniería genética «para poder escribir ‘circuitos’ para células que permitan programar de forma predecible la biología del mismo modo que escribimos un software y programamos los ordenadores». Así mismo la orden ejecutiva de Biden afirma que las tecnologías genéticas «deberían poder desbloquear los datos biológicos utilizando herramientas informáticas y la inteligencia artificial»[13].
Biden, en 2023, al modificar una norma sobre «discriminación sexual», permite el acceso de los hombres que se identifican como mujeres a los deportes femeninos. Esta nueva disposición ha provocado fuertes protestas entre las mujeres, que se ven superadas por las diferencias físicas en el rendimiento deportivo. En marzo de 2023, la Federación Mundial de Atletismo (World Athletics) decretó que los hombres biológicamente «trans» no podían participar en competiciones internacionales femeninas. También se han introducido prohibiciones similares en la Liga Internacional de Rugby y la Federación Internacional de Natación. Pero este asunto sigue siendo un capítulo abierto.
Arcus también financió con 650.000 dólares a la principal organización de psicología de EE.UU., la American Psychological Association (APA), que elabora directrices para establecer prácticas psicológicas trans-afirmativas.
En 2001, con la financiación de Arcus, el Grupo de Trabajo sobre Identidad y varianza de género. dependiente de la Red Internacional de Psicología para LGBTIQ (conocido como IPsyNet), se animó a los psicólogos a «modificar su comprensión del ‘género’, ampliando la gama de variaciones consideradas saludables y normativas»[14].
El su primer informe del Grupo de Trabajo sobre «identidad de género» se afirma que el sexo «se refiere a los atributos que caracterizan la masculinidad y la feminidad biológicas» (p. 28). A continuación el informe disocia «género» de sexo, afirmando que «género» «se refiere a las características psicológicas, conductuales o culturales asociadas con la masculinidad y la feminidad» (p. 28).
El informe afirma que la llamada «identidad de género» se refiere al «sentido básico de una persona de ser hombre, mujer o de sexo indeterminado» (p. 28). Esta idea confunde el sexo con el «género».
La pregunta que nos hacemos es : ¿Cómo puede uno sentirse mujer u hombre o ninguna de las dos cosas? Uno es simplemente hombre o mujer. No se puede saber lo que se siente al estar en un cuerpo del sexo opuesto del mismo modo que no se puede saber lo que se siente al ser un delfín»[15].
La Child Trends, una de las principales organizaciones de investigación acerca de la vida de niños y jóvenes, también tiene una importante financiación de Arcus para realizar el estudio llamado: Improving the Measurement of Sexual Orientation and Gender Identity among Middle and High School Students[16]. De las páginas de este «paper» emerge la idea que los niños pueden nacer en el cuerpo de sexo equivocado.
Las narrativas de los medios de comunicación también están sujetas a estas hábiles manipulaciones. Los grandes medios y los realizadores de documentales están recibiendo religiosamente financiación de Arcus. El objetivo es garantizar que la cobertura mediática esté determinada por el lobby trans.
En una reunión celebrada en 2008 en Bellagio (Italia), en la sede de la Fundación Rockefeller, 29 grandes consorcios internacionales se comprometieron a ampliar la filantropía mundial para apoyar los derechos LGBTQ+.
Al margen de la reunión del Bellagio, la Fundación Arcus creó MAP, un proyecto para impulsar el movimiento LGBTQ+, con el fin de construir un complejo sistema de defensa y financiación para promover la «identidad de género y el transgenerismo» en la cultura[17].
En 2013, Adrian Coman –un veterano de las Open Society Foundations de George Soros– fue nombrado director del programa internacional de derechos humanos de la Fundación Arcus para encabezar la ideología de la identidad de género a nivel mundial.
Tampoco faltan fondos de inversión especulativos, como los Fondos de Riesgo (Edge Funds) que invierten en el Orgullo Trans. Tanto la Fundación Rockefeller como la Open Society de George Soros participan en la financiación del Dia de Orgullo
Tampoco puede faltar BlackRock, cuyo consejero delegado Larry Fink es co-presidente del consejo de administración de NYU Langone Health, un Programa de Salud para Jóvenes Transexuales que ofrece apoyo a «intervenciones médicas, incluida la supresión de la pubertad, los tratamientos hormonales y la cirugía para la afirmación del género»[18]. BlackRock también posee el 4,7% de las acciones de AbbVie, fabricante del fármaco bloqueador de la pubertad Lupron[19].
Por su parte Vanguard es el mayor accionista de Marqeta Inc., la plataforma mundial de emisión de tarjetas de crédito Visa. Marqeta Inc., creó Daylight, la nueva «tarjeta de crédito queer» con una banca digital. Daylight comercializa su tarjeta para vender procedimientos de fecundación in vitro y gestación subrogada en la comunidad lésbica y gay. Y para a aquellos adolescentes que están en camino de transición[20], financia los bloqueadores y el tratamiento hormonal. Ahora, si posteriormente alguien quiere traer hijos al mundo podrán hacerlo a través de clínicas de reproducción artificial de Vanguard.
La financiación del movimiento mundial trans también procede de las fundaciones de multinacionales farmacéuticas, como Pfizer, Janssen Therapeutics y Johnson and Johnson, y de gigantescas corporaciones como Google, Microsoft, Amazon, Intel e IBM.
En el mundo político, llama la atención la actividad legislativa de Petra de Sutter, primera ministra trans-sexual de Europa y miembro del Partido Verde Belga. Petra de Sutter, de ideología transhumanista, quiere colocar a su país a la vanguardia de la clonación tecnológica, de la industria de la «identidad de género» y de la tecnología CRISPR. En 2016 en una Asamblea sobre los derechos de los niños defendió, en su ponencia, la gestación subrogada y el uso de las nuevas tecnologías genéticas aplicadas a los seres humanos. En su opinión el potencial de la edición genética permitirá la reproducción artificial sin mujeres[21].
Parte de la financiación para la causa LGBTQ+ está destinada a crear movimientos de base y cuando los «dueños del mundo» invierten millones de dólares para hacer crecer este movimiento no lo hacen inocentemente»[22]. Muchas de nosotras hemos intentado explicar a grupos de izquierda radical y a las feministas de izquierdas que gritan ‘las mujeres trans son mujeres’ que están siendo manipulados por los multimillonarios y las grandes corporaciones . El movimiento trans no es un movimiento nacido en la base, como lo ha sido el movimiento feminista, es un proyecto de una élite, que está invirtiendo mucho dinero para promover una condición corporal disociativa que desvincula los cuerpos del género»[23].