Los gorriones que le “cantan” al Santísimo en una iglesia de la CDMX se han convertido en un verdadero espectáculo.
No se sabe con exactitud cuántos son ni cómo llegaron al templo, pero estos gorriones de pecho rojo y amarillo se han convertido en una verdadera sensación, pues su canto se eleva con fuerza hasta el cielo, particularmente en el momento en que se reza el Padre Nuestro o durante la Consagración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en la Santa Misa.
Aunque para algunos feligreses estas aves constituyen una plaga, para otros son una bendición, e incluso, los han llamado los “pájaros adoradores”, pues también es común que su hermoso trinar inunde la nave de la Rectoría de Cristo Rey y Santa Beatriz de Silva durante la exposición del Santísimo Sacramento.
Así ocurrió recientemente con motivo de la visita pastoral que hizo el obispo auxiliar de México, Carlos Enrique Samaniego, a este templo ubicado en la colonia Unidad Habitacional Praderas, en la III Zona Pastoral de la Arquidiócesis de México.
Y es que, durante la oración que hizo el obispo ante el Santísimo Sacramento se grabó un video en el que se escucha el canto de los gorriones. El video, subido a las redes sociales de la Arquidiócesis de México, tuvo más de 15 mil reproducciones en menos de 24 horas.
Si usaran pañal
En entrevista para Desde la fe, el rector del templo, el padre Mario Moreno Reyes, recuerda que ésta fue una de las cosas que más le llamó la atención cuando fue enviado a esta iglesia -hace poco más de dos años– para presidir la comunidad.
Sobre todo, porque pronto se dio cuenta que el alegre trinar de los gorriones parecía competir con él o con los coros cuando se rezaba el Padre Nuestro o en el momento de la Consagración. “Parece que echan competencia para ver quién alaba más fuerte a Dios”, dice el sacerdote.
Sin embargo hay un problema, pues además de los gorriones hay pichones y ambos tipos de aves tienen necesidades, y su excremento cae desde las alturas sobre el presbiterio, de tal manera que constantemente se tiene que limpiar el piso y las imágenes religiosas, además de que la sustancia es muy corrosiva. “Los gorriones alaban a Dios con su canto, pero los pichones, no tanto”, dice en tono de broma el sacerdote.
Cuenta el padre Mario Moreno que en una ocasión, mientras celebraba la Santa Misa, un gorrión –”al parecer con diarrea”– salpicó su casulla, así como la ropa de la persona que le asistía. Ante la risa de los feligreses, comentó a modo de broma:
“¿Qué podemos hacer con estos gorriones? ¿Acabarlos? No es cristiano ni humano. Lo que debemos hacer es ver la manera de que se vayan del templo. ¡Ya sé, volvámoslos protestantes!”, lo que provocó aún más la risa de los asistentes. “Si usaran pañales, todo estaría muy bien“.
De regreso a casa
A pesar de que el sacerdote está contento con la presencia de los gorriones, después de aquel acontecimiento y dado que en pandemia era necesario tener un templo extremadamente limpio y desinfectado para recibir a los feligreses, junto con algunos miembros de la comunidad decidieron capturar momentáneamente las aves y para después liberarlas en algún parque, y que éstas pudieran vivir en su hábitat natural.
Para ello, construyeron algunas jaulas que fueron colocadas sobre el presbiterio y pusieron vaina y agua como carnada. Cuando los gorriones entraban a la jaula, alguien jalaba un hilo, y éstos quedaban atrapados.
Finalmente, lograron enjaular a unas 80 aves y las llevaron al Bosque de Aragón para liberarlas. Pero grande fue su sorpresa cuando, al pasar de algunas semanas, los gorriones comenzaron a llegar de nuevo. “Y es que -explica el sacerdote- son aves muy territoriales”.
Pero hubo algo más de lo que pronto se dio cuenta: los gorriones habían dejado de cantar y, en muchos de ellos, el color rojo o amarillo de su pecho, había tomado otra tonalidad.
¿Qué estaba pasando? La respuesta se la dio un veterinario: “Los gorriones estaban ‘sentidos’ por haberlos sacado del templo; además, al cambiar su alimentación –pues tuvieron que buscarla en el bosque-, se les había modificado el color en su pecho”.
Con el tiempo, poco a poco se volvió a escuchar el canto de las aves en la iglesia. “Los gorriones habían olvidado la ofensa”.
El intento de la jaula gigante
Después vino otra idea: para no tenerlos dentro del templo se pensó en construir una gigantesca jaula de tal manera que los gorriones pudieran volar a sus anchas. Y es que el veterinario les explicó que ese tipo de aves tienen una vida más larga cuando son alimentados, que cuando buscan alimento por propia cuenta.
Él y su equipo se dieron a la tarea de construir la gran jaula. Pero era tan grande que, una vez terminada, ni siquiera cupo por la puerta del lugar donde la habían armado. Tuvieron que partirla en dos.
Volvieron entonces a capturar a los gorriones y lograron meter en cada jaula 40 de ellos; 80 en total, aproximadamente. Por supuesto que no faltaron algunas críticas de los fieles hacia el sacerdote por tener encerradas a las aves, pero éstas cesaron cuando les habló de la suciedad que generaban y les propuso algo: “Si una persona desea que los pájaros vuelvan al templo, lo permito, siempre y cuando esa persona venga a diario a limpiar. ¡Nadie se ofreció!
Pero un día, el padre Mario vio que de nuevo comenzaban a anidar los gorriones dentro de la iglesia. ¿Qué estaba pasando? ¿Era una nueva familia de aves? No. Una de las jaulas se había roto y los pájaros habían escapado para regresar al templo. Por otra parte, varias personas se ofrecieron a adoptar algunos pájaros que habían permanecido en la otra jaula.
Una convivencia en paz
Quien visita hoy el templo puede darse cuenta, por los chillidos, que la familia de los “pájaros adoradores” está creciendo. Algunas crías han caído del nido, la gente las recoge y las entrega a la secretaria parroquial, quien se ha convertido en una madre sustituta, pues les da de comer masita con un palillo. Algunos de los gorriones, incluso, tienen su nombre.
Actualmente, en un salón parroquial, dentro de varias jaulas, se encuentra sólo una docena de gorriones, que el padre Mario Moreno pone a disposición de las personas que gusten adoptarlos. Pero la mayoría siguen haciendo competencia a los coros parroquiales desde las lámparas o desde los recovecos que hay entre las láminas, donde han construido sus nidos.
El padre Mario Moreno cuida de los gorriones, entre él y ellos hay una sana convivencia, pero no deja de preocuparle que en un momento estos hagan sus gracias sobre algún sacerdote invitado; por ello, al igual que lo hizo con Mons. Carlos Samaniego, siempre les advierte de los accidentes que pudieran ocurrir.
Monseñor Carlos Samaniego ante el Santísimo Sacramento. Foto: Roberto Alcántara.
Pero mientras esto no suceda, la comunidad de la Rectoría de Cristo Rey y Santa Beatriz de Silva -encabezada por el padre Mario Moreno Reyes, sigue disfrutando del hermoso trinar de estos gorriones pecho de pecho rojo y amarillo, un verdadero espectáculo sonoro, sobre todo cuando se celebra la Eucaristía o se expone el Santísimo Sacramento.
“Son creaturas de Dios, que unen su canto al de nosotros para alabarlo. Son parte de la maravillosa creación, de nuestra Casa Común, y los disfrutamos mucho, aunque como dije antes, qué bueno sería que trajeran pañales”, bromea de nuevo el sacerdote.
Fuente: Desde La Fe