Este lunes el Papa recibió a un grupo de la Pontificia Comisión para América Latina de la que formaban parte los miembros de la Academia de Líderes Católicos que está reunida en Roma y que lleva ya algún tiempo formando a jóvenes católicos que quieren dedicarse al mundo de la política.
En su discurso a estos jóvenes, Francisco quiso recordarles la importancia de la misión del cristiano en la política y para ello les dio algunos consejos para que puedan servir a sus hermanos siendo fieles al Evangelio.
La importancia de la fe en comunidad
Advirtiéndoles de la importancia de vivir la fe en comunidad y estar ayudado por la Iglesia, el Papa dijo a estos jóvenes con vocación política: “Ser católico en la política no significa ser un recluta de algún grupo, una organización o partido, sino vivir dentro de una amistad, dentro de una comunidad.
Si tú al formarte en la Doctrina social de la Iglesia no descubres la necesidad en tu corazón de pertenecer a una comunidad de discipulado misionero verdaderamente eclesial, en la que puedes vivir la experiencia de ser amado por Dios, corres el riesgo de lanzarte un poco a solas a los desafíos del poder, de las estrategias, de la acción, y terminar en el mejor de los casos con un buen puesto político pero solo, triste y con el riesgo de ser manipulado”.
La clave pasa por tanto en tener una profunda relación con Jesús. De este modo –advirtió el Santo Padre- “podremos mirar la realidad de una manera nueva, podremos vivir con renovada pasión los desafíos en la construcción del bien común. No olvidemos que entrar en política significa apostar por la amistad social”.
Los jóvenes presentes provenían de América Latina y por ello el Papa les habló de San Óscar Romero, del que dijo que “él veía a muchos laicos deseosos de cambiar las cosas pero que muchas veces se extraviaban con falsas respuestas de tipo ideológico”.
Po ello citó textualmente las palabras que este nuevo santo pronunció sobre esta temática en agosto de 1978: “La Iglesia no se puede identificar con ninguna organización, ni siquiera con aquellas que se califiquen y se sientan cristianas.
La Iglesia no es la organización, ni la organización es la Iglesia. Si en un cristiano han crecido las dimensiones de la fe y de la vocación política, no se pueden identificar sin más las tareas de la fe y una determinada tarea política, ni mucho menos se pueden identificar Iglesia y organización. No se puede afirmar que solo dentro de una determinada organización se puede desarrollar la exigencia de la fe. No todo cristiano tiene vocación política, ni el cauce político es el único que lleva a una tarea de justicia.
También hay otros modos de traducir la fe en un trabajo de justicia y de bien común. No se puede exigir a la Iglesia o a sus símbolos eclesiales que se conviertan en mecanismos de actividad política. Para ser buen político no se necesita ser cristiano, pero el cristiano metido en actividad política tiene obligación de confesar su fe. Y si en eso surgiera en este campo un conflicto entre la lealtad a su fe y la lealtad a la organización, el cristiano verdadero debe preferir su fe y demostrar que su lucha por la justicia es por la justicia del Reino de Dios, y no otra justicia”.
“Alternativas con clara identidad cristiana”
El Papa Francisco prosiguió su intervención recordando a estos jóvenes que “la política no es el mero arte de administrar el poder, los recursos o la crisis. La política no es mera búsqueda de eficacia, estrategia y acción organizada. La política es vocación de servicio, diaconía laical que promueve la amistad social para la generación de bien común. Sólo de este modo la política colabora a que el ‘pueblo’ se torne protagonista de su historia y así se evita que las así llamadas ‘clases dirigentes’ crean que ellas son quienes pueden dirimirlo todo”.
De este modo, el Santo Padre agregó que “hacer política no puede reducirse a técnicas y recursos humanos y capacidad de diálogo y persuasión; esto no sirve solo. El político está en medio de su pueblo y colabora con este medio u otros a que el pueblo que es soberano sea el protagonista de su historia”.
A los jóvenes les insistió en esta necesidad de una “nueva presencia” de católicos en política. Pero esta “nueva presencia” –indicó Francisco- “no sólo implica nuevos rostros en las campañas electorales sino, principalmente, nuevos métodos que permitan forjar alternativas que simultáneamente sean críticas y constructivas. Alternativas que busquen siempre el bien posible, aunque sea modesto. Alternativas flexibles pero con clara identidad cristiana”.
Sin embargo, incidió en que “es necesario reconocer una legítima variedad de opciones posibles. Una misma fe puede conducir a compromisos diferentes”. El Papa invitó a vivir su fe con “gran libertad. Sin creer jamás que existe una única forma de compromiso político para los católicos. Un partido católico.
Quizá fue esta una primera intuición en el despertar de la Doctrina social de la Iglesia que con el pasar de los años se fue ajustando a lo que realmente tiene que ser la vocación del político hoy día en la sociedad, digo cristiano. No va más el partido católico. En política es mejor tener una polifonía en política inspirada en una misma fe y construida con múltiples sonidos e instrumentos, que una aburrida melodía monocorde aparentemente correcta pero homogenizadora y neutralizante –y de yapa– quieta”.