El debate sobre Halloween y el Día de Muertos es un tema delicado desde la perspectiva cristiana. Aunque hay pruebas claras de que la celebración tiene raíces profundamente cristianas, vinculadas a la víspera y al Día de Todos los Santos, persiste la narrativa de que Halloween tiene un origen pagano. Sin embargo, como cristianos podemos coincidir en algo: existe un problema creciente que va más allá del origen histórico o cultural, y es la exaltación de la violencia y la maldad en los adornos y decoraciones de estas fechas.
De símbolos cristianos al culto a lo macabro
Tradicionalmente, los adornos —veladoras, papel picado, calaveritas de azúcar, flores de cempasúchil— han sido símbolos de nuestra cultura mexicana y de una máxima cristiana: memento mori, recordarnos que la vida es pasajera y que debemos honrar a nuestros difuntos por sus virtudes. Pero, con el tiempo, estos símbolos se han visto reemplazados por fantasmas, brujas, diablillos y espectros cada vez más aterradores.
La Iglesia advierte sobre estas prácticas:
Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios.
El nuevo “adorno”: violencia gráfica
Aún con esto, es medianamente comprensible que se considere a los adornos inflables o caricaturescos como inocentes, y realmente parecen así cuando vemos como adornan muchos sus hogares hoy en día. Ahora encontramos adornos que reproducen escenas de violencia extrema: cuerpos embolsados, extremidades cercenadas, cabezas decapitadas y sangre exagerada. Incluso se llega a parodiar los horrores del narco y el crimen organizado. Esto representa una normalización de la violencia y de la maldad que se ha convertido en un problema social, especialmente para los niños y jóvenes que participan en la tradición pidiendo el muerto o la calaverita, que son expuestas a escenas dignas de la nota roja de los periódicos amarillistas o el contenido más crudo de la “deep web”.
Esto no es solo un adorno, la exaltación de la violencia gráfica sin censura es un problema grave. Cada vez más hogares y comercios adornan con figuras que asemejan cuerpos colgados, desmembramientos o escenas de asesinato, convirtiendo la festividad en un carnaval de horror que no denuncia la violencia real que viven a diario los mexicanos, sino que la exaltan.
La Iglesia también advierte sobre el impacto de la violencia en los medios de comunicación:
La violencia (…) puede como una presentación diseñada para apelar a los instintos humanos básicos de acciones contrarias a la dignidad de la persona y que representa una fuerza física intensa ejercida de una manera profundamente ofensiva y a menudo apasionada. (…) La exposición frecuente a la violencia en los medios puede resultar confusa para los niños, que tal vez no puedan distinguir fácilmente entre fantasía y realidad. En una etapa posterior, la violencia en los medios de comunicación puede condicionar a las personas impresionables, especialmente a las jóvenes, a considerarla un comportamiento normal y aceptable, apto para la imitación.
Aunque estas advertencias se refieren a cine, televisión y prensa, también aplican a la reproducción de la violencia como adorno en los hogares, reforzando la normalización del mal y la brutalidad.
Este año, estimado lector, le invito a no envolverse en discusiones sobre si Halloween es satánico, prehispánico o católico. Más bien le exhorto con mucha caridad e incluso como un acto de amor a México, a denunciar como cristianos y como seres humanos que protegen la dignidad de los demás, la desensibilización ante la violencia.
Un llamado a la conciencia cristiana y social
Recordemos a las madres buscadoras.
A los jóvenes reclutados por el crimen.
A víctimas como la maestra Irma Hernández en Veracruz, los horrores del Rancho Izaguirre o la explosión de una pipa en CDMX. Todos estos casos, resultado de la negligencia de unos y la maldad de otros.
Quienes buscamos lo bello, lo bueno y lo verdadero debemos levantar la voz.
Que estas fechas inviten al respeto, la memoria y la humanidad. 
No permitamos que se conviertan en un espectáculo de horror que nos vuelve indiferentes ante el sufrimiento real.
 
                                                                         
                                                                        
 
                                     
                             
				                
				            
 
						             
						             
						             
 
			        
 
 
			         
 
			         
 
			        
 
                                                                                                             
                                                                         
				             
				             
				            