En la entrevista concedida a Jordi Évole y emitida ayer domingo por La Sexta, Su Santidad volvió a recomendar a los padres que detecten en sus hijos inclinaciones homosexuales que “lo arreglen” acudiendo a un profesional de la Psicología.
«Si ven cosas raras, consulten, vayan a un profesional», recomienda el Papa Francisco en la entrevista emitida ayer en La Sexta. El Santo Padre quiso rectificar unas declaraciones anteriores que causaron una enorme polémica, y las primeras muestras serias de rechazo al Papa por parte de la comunidad LGTBI, y que venían a decir algo muy parecido: si los padres detectan síntomas de homosexualidad en sus hijos, pueden acudir a un profesional. ¿Dónde está la rectificación? Que originalmente “se equivocó” porque habló de acudir a un psiquiatra, y ahora aclara que se refería a un psicólogo o experto.
Es, realmente, lo que nos ha parecido más curioso y reseñable de una larga entrevista en la que, por lo demás, Francisco repite las consignas que ya todos conocemos en un lenguaje sentimental y florido -”El mundo se olvidó de llorar”; “una sociedad no puede sonreír al futuro teniendo sus muertos escondidos”- y hace algunos equilibrismos para arreglar declaraciones y posiciones previas que no han acabado de gustar a la progresía, como lo que dijo del feminismo como machismo con faldas o su opinión de Maduro.
Pero, en medio de un mensaje general lleno de ambigüedades y declaraciones confusas, quizá en pocos asuntos lo es tanto Francisco como respecto a la homosexualidad. Esa misma opinión que pudimos oír ayer y que ya le habíamos leído hace un año, es exactamente la misma o incluso más extrema que la que provocó el linchamiento mediático unánime de un candidato de VOX, Fernando Paz. En la mayoría de los países de Occidente, incluyendo nuestro país, esas terapias de las que habla Su Santidad no están meramente desaconsejadas, sino que son directamente ilegales.
Ahora bien, no habría nada de extraño en que un Papa proclamara una verdad que ofenda al siglo y se tope con la cerrada oposición de la cultura dominante. Lo extraño en este caso es, por una parte, que ni siquiera coincide con una verdad de fe, salvo que hablemos de una conmovedora y curiosa fe en la Psicología.
Por otra, que es cualquier cosa menos consistente. A Juan Cruz, un gay chileno con el que se entrevistó, le dijo que Dios le había creado así, que era homosexual porque Dios lo quería y, por tanto, no había problema. ¿Cómo se compadece el que Dios te haya pensado homosexual desde toda la eternidad con la posibilidad e incluso conveniencia de ‘cambiarte’ con terapias psicológicas?
Es el mismo contraste que vemos entre lo que cuenta Viganò sobre su breve encuentro con el Santo Padre, que le confesó que no quería pastores homosexuales e incluso los identificó con el izquierdismo, y el “¿quién soy yo para juzgar?”, unido a su inveterada costumbre de promocionar a los clérigos más homosexuales o favorables a la homosexualidad.
Se niega a ver el dato evidente de que el 80% de las denuncias por abusos de clérigos hacen referencia a una relación homosexual, pero ratifica la instrucción de Benedicto XVI prohibiendo que se ordene a varones con claras tendencias homosexuales.
Es casi una lástima que esté perdiendo apoyos del ala progresista por una empecinada opinión que ni siquiera refrenda la fe perenne de la Iglesia, sino una sólida fe en una psicoterapia notoriamente cambiante según las modas.
Fuente: Infovaticana