El 11 de diciembre de 1925, en medio de un mundo devastado por guerras y persecuciones, el Papa Pío XI proclamó la fiesta de Cristo Rey del Universo a través de la encíclica Quas Primas. Fue una declaración profética, un llamado valiente a recordar que solo en Cristo se encuentra la verdadera paz.
En México, esta proclamación resonó en un momento de profunda tribulación: la Cristiada. Una época marcada por la persecución religiosa, la violencia y, al mismo tiempo, por el testimonio heroico de miles de católicos que no dudaron en dar su vida por su fe. Hoy, cien años después, el eco de aquel grito aún se escucha: ¡Viva Cristo Rey!
Un mundo convulso, una proclamación valiente
En la década de 1920, Europa y América Latina enfrentaban convulsiones políticas, ideológicas y religiosas. En ese contexto, el Papa Pío XI publicó Quas Primas, encíclica que instituye la solemnidad de Cristo Rey como una respuesta a la creciente secularización y la negación de la autoridad de Dios en la vida pública.
La fiesta de Cristo Rey no es un símbolo de dominio político, sino una afirmación de que el amor, la verdad, la justicia y la paz tienen un origen: Jesucristo. Su reinado no se impone por la fuerza, sino que se vive desde el servicio, la cruz y el perdón.
México: tierra de mártires y testigos
Mientras en Roma se proclamaba la realeza de Cristo, en México los católicos sufrían una de las peores persecuciones religiosas de su historia. La Cristiada fue el escenario donde la fe del pueblo se probó con fuego. Hombres, mujeres, jóvenes y niños abrazaron la cruz, gritaron con valor ¡Viva Cristo Rey! y ofrecieron su vida por la libertad religiosa.
Hoy, esos mártires y testigos nos interpelan. Su valentía, su oración y su entrega siguen siendo faro en medio de la oscuridad.
Un México herido que clama reconciliación
A un siglo de esta proclamación, México continúa viviendo dolor: violencia, desapariciones, corrupción, impunidad y estructuras de pecado que destruyen el tejido social. Pero también hay esperanza.
El Reino de Cristo, fundado en el amor y la justicia, no es un recuerdo lejano: es una fuerza viva que transforma desde dentro. Cristo no reina desde el poder político, sino desde la cruz; no domina, sino que sana. Su reino es una promesa de reconciliación para nuestro México.
Llamado final:
Hoy más que nunca necesitamos redescubrir la realeza de Cristo. No como un concepto abstracto, sino como una realidad que transforma familias, comunidades y naciones.
Este centenario es una oportunidad para renovar nuestra fe, fortalecer la esperanza y gritar con una sola voz:
🕊️ ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!
🎥 Video conmemorativo de los 100 años de la fiesta de Cristo Rey | Mons. Ramón Castro Castro