San José, el padre adoptivo de Jesús, nos enseñó cómo, través del trabajo diario, es posible dar gloria a Dios y ser ejemplo para nuestros hijos.
Al inicio de su vida pública, cuando Jesús habló en la sinagoga de Nazaret, uno de los presentes preguntó ‘¿No es el hijo del carpintero?’ Se le reconocía públicamente por la labor que hacía, y hasta ahora es precisamente uno de los valores más reconocidos de san José: la dignidad de su trabajo, que supo transmitir a Jesucristo durante toda su vida.
En entrevista con Desde la fe, José Antonio Esquivias Romero, rector de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara, aseguró que el padre adoptivo de Jesús nos muestra el camino de la santificación en el trabajo diario.
“No me imagino a san José dándole charlas a Jesús sobre la importancia de trabajar. Me lo imagino trabajando diariamente, con constancia, con consistencia, con mucho gusto y cariño, y con una visión de servicio a los demás”.
“Todo eso lo va absorbiendo un hijo. En este caso, Jesús observó cómo su papá trabajaba todos los días haciendo bien las cosas, con mucho entusiasmo. No necesitaba que su papá le predicara por qué debía trabajar”.
Esquivias Romero recordó que san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, habló siempre del trabajo como un medio para alcanzar la santidad.
“Él veía cómo a través del trabajo tú podías ir perfeccionándote como persona y que la perfección, al ir trabajando bien y hacer cada vez las cosas mejor, nos vamos convirtiendo en mejores personas”.
La Sagrada Familia.
“A través del trabajo es posible darle gloria a Dios. Si yo trabajo bien, me voy perfeccionando y soy consciente de que ese trabajo puede ser una ofrenda a Dios nuestro Señor”, recordó.
El rector de la UP Guadalajara alertó, no obstante, sobre el peligro de no equilibrar la vida laboral con la vida familiar.
“Siempre hay esa disyuntiva. Trabajamos por nuestra familia, por nuestros hijos, pero luego se nos puede pasar la mano y, por la seguridad que nos da, corremos el riesgo de refugiarnos en el trabajo”.
Además -dijo- el trabajo honesto y bien hecho es una virtud que sólo podemos enseñar a nuestros hijos con el ejemplo.
“Un gran ejemplo es un padre de familia cuyos hijos vean que está apasionadamente enamorado de su trabajo, pero lo deja de lado en los tiempos en que está dedicado a la familia, y cuando está en su casa se expresa muy bien de su empleo, con mucho entusiasmo, pero feliz de estar con los suyos”.
Fuente: Desde La Fe