Para aprender a tomar buenas decisiones, los niños necesitan que les dejemos practicar la toma de decisiones
Recoge los juguetes, haz los deberes, no le pegues a tu hermano, lávate los dientes, no cruces la calle sin mirar… nos pasamos la infancia dando órdenes a nuestros hijos e hijas con el afán de que aprendan a tomar buenas decisiones. Pero, ¿se puede aprender a tomar decisiones obedeciendo órdenes?
Para completar la ecuación, se suelen utilizar los premios y los castigos. Si nuestros hijos toman una decisión correcta, les premiamos. Si, por el contrario, toman una decisión equivocada, les castigamos. Este sistema es el que se utiliza, de hecho, en nuestra sociedad, para mantener bajo control la conducta de la ciudadanía. Si cometemos una infracción de tráfico, por ejemplo, nos ponen una multa. Y, de esta manera, se evita que las personas conduzcan a más velocidad de la permitida para que no se produzcan accidentes y nos mantengamos a salvo.
O no. Porque creo que cualquiera es capaz de recordar escenas en la que los coches frenan justo antes de llegar a la zona donde está ubicado el radar para detectar el exceso de velocidad y vuelven a acelerar en cuanto han superado la baliza donde se encuentra la cámara en cuestión. Por lo tanto, los castigos y penalizaciones no sirven para que aprendamos a tomar buenas decisiones, sólo para que aprendamos a intentar evitarlos.
Esto me recuerda a una frase que muchas personas escuchamos durante nuestra infancia y que, aún hoy, se sigue escuchando en muchas casas: “Que no me entere yo de que…”; y, efectivamente, eso es lo que se consigue, no enterarse de nada. Porque la mayoría de niños y niñas siguen comportándose de la misma manera que lo hacían antes pero asegurándose de que su padre o su madre no se enteren.
Cómo educar a los hijos para que tomen buenas decisiones
Lo primero que deberíamos plantearnos es ¿qué es una buena o una mala decisión? Porque, a veces, lo que pretendemos es que nuestros/as hijos/as tomen las decisiones que nosotras/os tomaríamos en su lugar, pero ellos/as no son nosotros/as, tienen sus propias ideas y, en muchas ocasiones, las decisiones correctas pueden ser muchas y nos empeñamos en que elijan la que nos resulta más cómoda o conveniente a nosotras/os sin permitirles reflexionar ni elegir nada.
Este es el primer quid de la cuestión. Para aprender a tomar decisiones correctas, lo primero que necesitan es practicar la toma de decisiones. Nos podemos preguntar cómo trabajar la toma de decisiones para niños y la respuesta es sencilla: dejando de decidirlo todo por ellos/as y permitiendo que tomen sus propias decisiones.
Cuántas veces nos empeñamos en que se pongan el abrigo antes de salir de casa o en que recojan los juguetes exactamente en el momento que decidimos nosotros/as, sin darles la más mínima opción de aportar soluciones o exponer sus ideas, lo cual les permitiría no sólo practicar la toma de decisiones, sino asumir la responsabilidad sin limitarse a asumir órdenes.
En este sentido, las opciones cerradas y las preguntas de curiosidad, de las que ya hemos hablado en otros posts y sobre las que profundizamos en nuestro Curso Online “Educación Respetuosa y Disciplina Positiva”, que puedes ver de forma gratuita si formas parte de la Tribu CSC, pueden ayudarnos a evitar pasarnos el día dando órdenes.
Pero además de practicar la toma de decisiones, si queremos que tomen buenas decisiones cuando no les estamos vigilando, que es a lo que aspiramos cuando les educamos, debemos asegurarnos de ofrecerles un sistema de valores y principios éticos que les acompañen durante su vida.
¿Cómo un niño puede tomar buenas decisiones?
Ya hemos visto que, si pretendemos que nuestras/os hijas/os aprendan a tomar buenas decisiones, lo primero que debemos hacer es permitirles tomar decisiones en algunos aspectos de su vida. ¿Cuáles son las decisiones que deben tomar los niños? Hay muchas decisiones habituales de nuestro día a día que niñas y niños pueden y deben tomar: qué ropa ponerse, cuánto les apetece comer, si les apetece dar un beso o no para saludar, en qué vaso les apetece beber… son pequeñas decisiones que les permiten experimentar su parcela de poder y practicar la toma de decisiones.
Pero, además, tendremos que permitirles reflexionar y asumir responsabilidades si queremos que tomen decisiones en base a un sistema de valores éticos sin necesidad de que les estemos supervisando siempre, simplemente por su satisfacción personal.
Cuando le decimos a un niño lo que tiene o lo que no tiene que hacer, le negamos la posibilidad de descubrir y decidir por sí mismo. Cuando amenazamos a una niña con castigarla si no hace las cosas bien, le estamos mandando un mensaje de desconfianza sobre su propia capacidad para decidir y actuar por sí misma de manera correcta. Cuando les castigamos por sus decisiones, estamos detonando los puentes de confianza que pueden tenderse entre ellos/as y nosotros/as.
Hay una frase de L. R. Knost que me gusta mucho. Dice:
“Un día, tu hijo cometerá un error o tomará una mala decisión y acudirá a ti en lugar de huir de ti. Entonces entenderás el inmenso valor de una crianza respetuosa, positiva y pacífica”.
Nuestros hijos y nuestras hijas se equivocarán a lo largo de su vida, tomarán decisiones equivocadas… igual que hemos hecho nosotros/as, igual que cualquier ser humano, porque la perfección no existe. Si les castigamos y penalizamos por sus errores no aprenderán a dejar de cometerlos, solo conseguiremos que intenten ocultárnoslos por todos los medios, con tal de evitar nuestra sanción.
Si queremos que aprendan a tomar buenas decisiones tendremos que confiar en su capacidad para tomarlas, permitirles equivocarse y aprender de sus errores de manera natural siempre que sea posible, sin sermones ni humillaciones, ayudarles a reflexionar sobre las consecuencias y los riesgos de las diferentes opciones que adoptamos a lo largo de nuestra vida, conversando con ellos/as y haciéndoles preguntas que les permitan cuestionarse diversas posibilidades y creando una relación de confianza mutua en la que se sientan a salvo de juicios.
Solo así, estaremos favoreciendo de verdad que nuestros hijos y nuestras hijas aprendan a tomar buenas decisiones. Sin necesidad de que les estemos vigilando para ello. Y solo así conseguiremos que, cuando se equivoquen, porque en algún momento lo harán, puedan venir a buscarnos como guía y apoyo para afrontar sus propias decisiones y reparar las consecuencias de sus actos cuando sea posible, en lugar de huir de nosotros/as para evitar que les hagamos sentir mal por haber cometido un error.
Fuente: Criarconsentidocomun