“La carne tienta con dulzuras, el mundo con vanidades, el demonio con amarguras.” Bernardo de Claraval
Se ha hablado de mal humor social. De que el electorado mexicano está muy enojado. Del voto de castigo o del desquite electoral. Y no es difícil encontrar muchos ejemplos de esos sentimientos que vemos diariamente en las conversaciones sobre la política. De modo que un adjetivo más podría no hacer diferencia. Pero, me atrevo a decir, el concepto de amargura podría agregar algunas dimensiones para describir este malestar social.
En el diccionario se define la amargura como un sentimiento prolongado de frustración o resentimiento. Uno que viene de lo que ya no tiene remedio. La amargura tiene el sabor de lo inevitable, de lo que ya no se puede cambiar. Algo con lo que tenemos que vivir. Lo imperdonable. Y por eso es la tentación del diablo. Porque nos lleva a creer que ese mal, eso que nos frustra, ya no tiene remedio.
En la sociedad y sobre todo en el campo de lo electoral, la amargura se expresa en la frase: “¿Para qué? Todos son iguales. Todo seguirá igual.” Con frecuencia., estamos tentados a pensar así. Esto nos puede conducir a pensar que no tiene sentido participar, opinar, debatir. Ni siquiera cumplir la mínima la acción ciudadana que es votar.
Cuando ve uno algunas conversaciones (es un decir) en redes sociales, formadas de insultos, de rabia, de odio, no puede dejar uno en pensar en la amargura que esos intercambios reflejan. El deseo de hacer daño, de molestar, de hacer sentir mal a los demás. Yo no puedo dejar de pensar que hay algo orquestado en esto. Me cuesta trabajo creer en la idea de los rusos tratando de intervenir en las redes sociales para influir en las elecciones. Pero si fuera cierto, me parece que ese sería uno de los modos más eficaces de transformar la contienda del 2018. Crear odio entre mexicanos. Resentimiento. Desesperanza. Llevar ese mal humor social a tal grado de disgusto que ya nadie quiera participar, para que los pocos fanáticos puedan imponerse a la ciudadanía que no comparte ese odio que los anima.
¿Tendrá remedio la amargura? Creo que sí. En mi opinión, la razón es el arma más poderosa contra la amargura. La que nos hace juzgar rectamente, ver las falacias, entender las limitaciones de lo malo, comprender las consecuencias de la maldad a corto y a largo plazo. Un optimismo racional. Además, el arma secreta de la sociedad mexicana. El sentido del humor, que nos hace ver lo ridículo de la amargura, reírnos de las calamidades y hasta de la muerte. Un sentido del humor que tiene grandes dosis de sentido común y de creatividad. Algo que nos ha salvado de ser una sociedad melancólica, como hay algunas.
Y no estoy hablando de que nos burlemos de esos personajes tétricos que quieren convencernos de que nunca hemos estado peor, de que nada está bien y de que cualquier solución (la suya, por supuesto) es la única opción. No se merecen la burla. Si acaso, inspiran lástima los que apuestan a nuestro enojo y quieren aumentarlo. El enojo nunca ha sido buen consejero. Y la amargura, su fruto natural, tampoco. Aprendamos a tomar esa amargura, esas tétricas amenazas como lo que son. Exageraciones que nos quieren llevar por el camino que a algunos políticos les interesa.
Comunicadores Católicos