El miércoles 26 de noviembre, sin hacer ningún escándalo —como ya es costumbre de los legisladores— la Cámara de Diputados aprobó, con aplastantes 427 votos, un proyecto que adiciona a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia una nueva figura: la llamada “violencia simbólica”.
Suena técnico, suena moderno, suena a esas palabras que a primera vista parecen inocentes y hasta buenas. Un clásico eufemismo al cual el adoctrinamiento ideológico y el wokismo ya nos tienen acostumbrados.
Pero basta leer su definición para entender el verdadero problema.
Según el nuevo texto, la “violencia simbólica” es cualquier mensaje, valor, símbolo, imposición familiar, educativa, ideológica, cultural, estética o religiosa que “reproduzca estereotipos de género y relaciones de subordinación”.
Traduzcámoslo sin sofismas:
Cualquier expresión que no encaje con la ideología oficial de este gobierno feminista radical podrá ser etiquetada como “violencia”.
Es decir:
Tu fe.
Tus valores.
La forma en que educas a tus hijos.
Tus tradiciones religiosas.
Incluso tus convicciones morales más profundas.
Todo eso podría convertirse, de un día para otro, en “violencia”, según el criterio de quien interprete la ley.
El proyecto ya fue turnado al Senado.
Y ahí es donde puede convertirse en un arma… o detenerse antes de que sea demasiado tarde.
Y es que ya no pueden culparnos de paranoicos ni decir que son teorías de conspiración. La cristianofobia del gobierno en turno ha sido descarada, y ahora fue apoyada por diputados de todos los partidos, no solo por la supermayoría de Morena y sus aliados.
Por poner solo algunos ejemplos:
- El financiamiento de la obra blasfema de Fabián Cháirez por parte del Gobierno de la CDMX.
- La proyección de mensajes proaborto en la Catedral Metropolitana.
- El intento de Arturo Ávila de imponer una ley mordaza contra los ministros de culto, especialmente los obispos que han levantado la voz ante los excesos y violaciones de derechos de la administración actual.
- Lo ocurrido en 2022 en Campeche, donde en el Hospital General se desalojó sin explicación la capilla que por años acompañó a miles de familias.
- Los varios sacerdotes y religiosos asesinados durante el sexenio pasado y este.
- El “amparo Grinch” de la SCJN que buscaba eliminar los nacimientos navideños en espacios públicos, es decir, eliminar la Navidad.
- La “opositora” Alessandra Rojo de la Vega exclamando que le teme más a quienes rezan el rosario que a los delincuentes.
¿Qué está realmente en riesgo?
Mucho más de lo que parece.
La redacción es tan amplia y tan ambigua que permite casi cualquier interpretación.
Bajo esta figura, podría considerarse “violencia”:
- Que expreses tu fe en público.
- Que lleves un rosario.
- Que digas que crees en la familia natural.
- Que enseñes valores religiosos en casa.
- Que manifiestes una opinión contraria a la ideología de género.
- Que mantengas símbolos culturales o tradicionales ligados a tu fe.
- Que digas que defiendes la vida desde la fecundación.
Esto no protege a nadie, esto es censura.
La defensa de los derechos de las mujeres —causa legítima, necesaria y urgente— no puede usarse como pretexto para perseguir creencias religiosas, castigar la libertad de conciencia o imponer un pensamiento único.
Lo decimos claro y fuerte: la fe no es violencia.
Esta historia ya se ha visto: en nuestro país, con la cicatriz aún abierta a cien años de la Guerra Cristera; y también en Europa, donde muchos gobiernos han utilizado la “violencia simbólica” para prohibir frases como “Feliz Navidad” o eliminar los nacimientos por considerarlos ofensivos.
La ley ahora está en el Senado, y de aprobarse sería un retroceso en libertades fundamentales que México tardó décadas en construir.
Porque si hoy etiquetan como “violencia” los símbolos religiosos, mañana serán las palabra y pasado mañana, las personas. Por eso es necesario detenerlo.
Lo que exigimos al Senado de la República
Desde Hazte Sentir, en colaboración con otras organizaciones, estamos dispuestos a alzar la voz por todos los ciudadanos mediante una campaña de firmas en la plataforma Actívate, con la cual pedimos:
- Rechazar la adición de “violencia simbólica” por su vaguedad y riesgo para la libertad religiosa.
- Proteger el derecho de las familias a educar a sus hijos conforme a sus valores.
- Garantizar que ninguna persona sea perseguida por manifestar públicamente su fe.
- Evitar que la ideología oficial se imponga por encima de derechos fundamentales.
No pedimos privilegios, pedimos respeto, libertad y que la fe no sea considerada delito.
El Congreso ya dio el primer paso. Ahora nos toca alzar la voz.
Porque si algo nos ha enseñado la historia reciente es que cuando el poder quiere avanzar sobre las libertades, avanza rápido… y en silencio.
Aunque el periodo ordinario del Senado ya acabó, estos temas suelen abordarlos en la Comisión Permanente cuando todos estamos distraídos. No bajemos la guardia. Difunde esta información y súmate a la campaña.