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Estados Unidos

Víctimas de la ideología de género: ya se hacen mastectomías dobles a niñas sanas de 13 años

Médicos estadounidenses están realizando mastectomías dobles en niñas sanas. En el marco de una investigación pagada con dinero público con la finalidad de apoyar el transexualismo y la ideología de género, 33 menores de edad fueron sometidas a la operación, entre ellas dos de 13 años y cinco de 14 años. Jane Robbins explica en The Federalist la gravedad de estas prácticas que, por motivos ideológicos, mutilan de forma irrevesible a niños sin discernimiento:

Jane Robbis es licenciada en Derecho por las Universidades de Harvard y Clemson y miembro senior del American Principles Project en Washington, D.C.

Hay médicos en Estados Unidos que están realizando dobles mastectomías en niñas sanas de 13 años de edad. La justificación es la disforia de género (“transgenerismo”): las niñas se identifican como niños y quieren ser niños.

A veces esta disforia no aparece hasta la adolescencia, y lo más frecuente es que no se realice ningún tipo de evaluación psicológica -o la que se hace es insuficiente- para intentar determinar la causa subyacente tras el deseo de un adolescente de mutilar su cuerpo. Pero estos médicos están dispuestos a conceder al adolescente (en estos casos, la adolescente) lo que cree ser su deseo. Y el dinero de los impuestos federales está pagando una investigación cuya finalidad es convalidar a este espantoso tratamiento (ver aquí y aquí).

La gente razonable sentirá desconcierto, si no repulsión, ante las declaraciones y actuaciones de una destacada investigadora relacionadas con el tratamiento del transgenerismo. En un estudio financiado con 5,7 millones de dólares de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), se supone que los investigadores, entre ellos la doctora Johanna Olson, del Hospital infantil de Los Ángeles, están valorando el uso de bloqueantes de la pubertad y la terapia de sustitución hormonal en niños con disforia de género.

Como he escrito con otro autor, el estudio está totalmente orientado a las conclusiones deseadas por los activistas del transgenerismo: no incluye grupos de control de sujetos a quienes no se les administren esos fármacos y, además, expira a los cinco años, mucho antes de que puedan surgir efectos negativos.

Estos defectos en el diseño no son una sorpresa. Olson rechaza la posibilidad de que la disforia de género pueda ser causada por trastornos psicológicos, y declara que el “único problema de salud mental” relacionado con la disforia de género “es resultado de la respuesta del mundo exterior” a los jóvenes confusos. Afirma, como si se tratase de un dogma médico, que los jóvenes con disforia de género pasarán por una “pubertad equivocada” a no ser que ella y su equipo puedan medicarlos lo suficientemente pronto en sus vidas para que “pasen por la pubertad apropiada”.

¿Qué probabilidades hay de que alguien con esta forma mentis comprenda que hay inconvenientes serios a la administración de bloqueadores de la pubertad y de hormonas potencialmente peligrosas? Ella minimiza, si no ignora, los riesgos físicos y psicológicos.

Otro estudio con el mismo enfoque financiado por el gobierno

Olson aporta su característica objetividad a un estudio relacionado, cuyo fin es determinar la eficacia de esa doble mastectomía. La apostilla al estudio declara que utilizó fondos públicos del NIH para investigar también este tema, si bien el protocolo de ayuda del gobierno parecía cubrir sólo los tratamientos hormonales y no la cirugía. Por lo tanto, no está claro si ha cumplido con los términos de la financiación.

Por la razón que sea, Olson optó por averiguar qué pensaban las niñas con disforia de género sobre la mastectomía. Al hacer referencia a la “disforia de pecho” y “reconstrucción de pecho” (aparentemente para evitar la palabra “seno” porque remite a la testaruda realidad biológica de ser mujer), se inventó una “escala de disforia de pecho”, que utilizó con varias niñas con confusión de género.

Olson hizo que 68 chicas amputadas quirúrgicamente rellenaran, después de ser operadas (entre 1 y 5 años después) su “novedosa” escala (que ella reconoció que podía ser falsa). Treinta y tres de esas niñas tenían menos de 18 años cuando fueron operadas. Dos tenían sólo 13 años y cinco, 14 años. Si asumimos que estas mastectomías no fueron realizadas por un único médico muy ocupado, esto significaría que hay varios médicos que se prestan a mutilar a niñas menores de edad.

La conclusión que sacó Olson de la encuesta es que las niñas con disforia de género cuyos pechos sanos han sido extirpados quirúrgicamente son más felices que las que los mantienen. También concluye que casi ninguna se lamentaba de la decisión.

O, por lo menos, no demostraron lamentarlo durante unos cuantos años. Dado que la edad media de las participantes en el estudio era de 19 años -ninguna tenía más de 25-, un investigador prudente hubiera dudado en sacar conclusiones a largo plazo sobre la satisfacción. Pero las limitaciones temporales no detienen a Olson, que pregona con bombo y platillo el “resultado positivo de la cirugía de pecho”.

La destrucción de órganos sanos es una mutilación”, afirma este meme puesto en Twitter por una mujer “destransicionada”, es decir, que se cambió de sexo y luego quiso volver a su sexo biológico.

Ignorando las banderas rojas

Olson y sus colabores no se limitan a insistir que se realicen tratamientos médicos extremos en niños confundidos, sino que ignoran obstinadamente el ondear de las banderas rojas respecto a los trastornos psicológicos que motivan la demanda de estos tratamientos. Una de estas banderas rojas es el aumento en la “aparición repentina de la disforia de género” [“rapid onset gender dysphoria”, ROGD por sus siglas en inglés]. ROGD significa una aparición repentina de la disforia de género durante o después de la pubertad en un paciente que no había tenido signos previos. En los últimos años, padres desesperados han informado de que sus hijos adolescentes, normalmente niñas, han anunciado de repente que son “trans” y han pedido ser tratados como tales, pidiendo además empezar el tratamiento de transición.

Anteriormente, cuando un niño normal de repente se pasaba a la identidad sexual opuesta siguiendo una moda, cualquier observador objetivo se preguntaba cuál había sido el detonante que había causado esta alteración. Uno de estos observadores objetivos es la doctora Lisa Littman, de la Brown University, que acaba de publicar un estudio sobre el ROGD. Littman ha examinado 256 respuestas a encuestas remitidas por padres de adolescentes recién diagnosticados de disforia de género, y ha revelado información inquietante sobre el ambiente que influye sobre estos adolescentes.

El importante artículo de Lisa Littman sobre la aparición repentina de disforia de género en adolescentes que, influidos por su entorno social o por el adoctrinamiento continuo de los medios, manifiestan así su rebeldía, ha descolocado al lobby LGBT. El estudio, que la doctora Littman se ha mostrado dispuesta a ampliar, muestra que la misma campaña transgénero está induciendo la disforia artificialmente en sujetos que no la padecían.

Estos padres han descrito “la aparición repentina de la disforia de género en grupos preexistentes de amigos, en los que varios, o incluso todos los miembros, han acabado afirmando que tienen disforia de género, identificándose como transgénero, según un patrón que, estadísticamente, es improbable”. Los padres han dicho que estos brotes surgían después de que los adolescentes se hubieran dado un atracón de vídeos de transición en YouTube, y por el uso excesivo de otras redes sociales que afirman y defienden el transgenerismo.

En un caso, una niña que había sido objeto de burla por el tamaño de su pecho declaró que odiaba su cuerpo y, de repente, empezó a identificarse como un niño. En otro, cuatro niñas que estaban siendo entrenadas por un entrenador muy popular “salieron del armario” cuando el entrenador transgénero lo hizo.

Los médicos no estudiaron la salud psicológica de los niños

Aunque más del 60% de estos adolescentes habían sido diagnosticados previamente de un trastorno mental o de un problema de desarrollo neurológico, muchos padres informaron que “el médico [especialista en trastornos de género] no investigó para saber si había enfermedades mentales, traumas previos u otras causas alternativas a la disforia de género antes de proceder con la transición médica”. Estos médicos parecían basarse fundamentalmente en los informes del propio paciente que pedía el tratamiento; pacientes que venían preparados, sabiendo los puntos que tenían que tocar, aprendidos de sus fuentes online (que aconsejan, por ejemplo, amenazar con el suicidio si no se acepta la petición de tratamiento).

Littman ha sacado dos conclusiones de su investigación. La primera es que “el contagio social es una clave determinante del ROGD”. En otras palabras, la influencia de los amigos y de las redes sociales pueden implantar y, después, magnificar ciertas creencias que llevan a los adolescentes por el camino erróneo (en el transgenerismo como en otras patologías sociales de la adolescencia). Como dice Littman, la “‘disforia de género' puede ser utilizada como una explicación para abarcar cualquier tipo de angustia, sufrimiento psicológico y malestar que afecte al adolescente, fomentando la transición como la solución que lo cura todo”.

La segunda conclusión es que para estos adolescentes el “ROGD es un mecanismo para lidiar con el estrés”. Esto significa que un paciente puede empezar a sufrir de disforia de género como “respuesta a un factor estresante cuyos síntomas pueden aliviarse de manera temporal, pero que no aborda las causas del problema y puede tener resultados adicionales negativos”. Un mecanismo similar para lidiar con el estrés, afirma Littman, es la anorexia: el paciente lidia con sus problemas emocionales subyacentes a través de un control extremo de su peso. El paralelismo entre anorexia y la disforia de género, sobre todo el ROGD, es notable.

Hay que reprimir la investigación

El estudio de Littman ha causado la indignación inmediata de los activistas LGBT, cuya posición, por defecto, es que cualquier investigación que ellos consideren problemática debe ser reprimida. La Brown University ha demostrado su valentía eliminado el estudio de su página web y pidiendo perdón por transgredir la nueva ortodoxia político-sexual. Está claro que para Brown la verdad no es un valor. Joy Pullmann ha relatado con todo detalle este giro sórdido de los acontecimientos.

Desde luego, hay que incluir a Olson entre quienes niegan la verdadera ciencia. Para ellos, rechazar la realidad biológica de cada célula del cuerpo es una decisión perfectamente racional. La posibilidad de que haya influencias psicológicas subyacentes -una posibilidad más que evidente para cualquier observador objetivo-, no es admisible.

El estudio de Olson no tiene en cuenta otros datos, como los numerosos casos previos de mujeres con disforia de género que, o bien interrumpieron su transición, o tomaron medidas para revertirla. Por ejemplo, una breve investigación llevada a cabo a lo largo dos semanas en 2016 encontró que 203 mujeres de este tipo habían publicado sus historias en redes sociales como Tumblr y Facebook. Pueden ustedes ver algunas de estas historias en esta página web.

La conclusión que Olson saca de su propia y limitada “investigación” es que se debe permitir a los niños tener acceso a mutilaciones que alteran su cuerpo y su vida. En ningún momento menciona el consentimiento de los padres, si bien las directrices médicas estándar requieren su consentimiento para poder tratar a menores. Al rechazar las directrices de la (muy politizada) World Professional Association for Transgender Health (Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero), que recomienda que los menores no sean candidatos a cirugía hasta que hayan completado por lo menos un año de terapia hormonal, Olson defiende la cirugía basada en la “necesidad individual”, y no en la edad o en el tiempo pasado con terapia hormonal. No menciona la necesidad de prestar atención a los signos que advierten de la presencia del ROGD.

Los adolescentes saben perfectamente cuándo deben mutilarse

Haya presencia o no del ROGD, Olson niega rotundamente que un adolescente muy joven tenga menos capacidad de decisión que un adulto. Escuchen sus declaraciones en un congreso en California: “Por lo tanto, lo que sabemos es que los adolescentes tienen capacidad para tomar una decisión razonada y lógica”.

He aquí otra de sus alucinantes afirmaciones: “De hecho, la gente se casa con menos de 20 años. De hecho, la gente elige a qué universidad ir. De hecho, la gente toma en la adolescencia decisiones que alterarán su vida para siempre. Siempre. Siempre. Y, la verdad, la mayoría de ellas son buenas decisiones”.

Johanna Olson compara mutilarse los pechos con elegir carrera universitaria: “Y si en un futuro quieres pechos, te los pones”.

En un impresionante rechazo a un posible arrepentimiento, Olson ha dicho: “Y he aquí otra cuestión sobre la cirugía de pecho: si en un futuro quieres pechos, vas y te los pones”. Pues bien. Uno se pregunta si Olson tiene la misma actitud ante el arrepentimiento en relación a la esterilización permanente causada por la terapia de sustitución hormonal y la gonadectomía. Después de todo, si en un futuro quieres hijos, puedes “ir y conseguirlos” por otros medios.

Es asombroso que investigadores tan irresponsables tengan acceso a niños vulnerables. Y que haya tantos es trágico. Y que sus actividades sean financiadas con dinero público es escandaloso. Bienvenidos al nuevo mundo de una investigación dirigida por la agenda política. ¿Cuántas vidas se tienen que destruir antes de que vuelva la cordura?

Religión en Libertad

 

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