David contra Goliat. En este caso David es la isla de Santa Lucía, un mínusculo Estado de 170.000 habitantes, ex colonia británica, que se ha aliado con EEUU y los países africanos para frenar el adoctrinamiento sexual de los niños en el Continente negro. Y lo han conseguido.
Poca gente conoce de su existencia. Santa Lucía es una islita de 600 metros cuadrados y una población de 170.000 habitantes, situada al sur de la Martinica, en el Caribe.
Pero ese Estado minúsculo, independizado de la Commonwealth, en 1979, ha contribuido decisivamente a una estrategia a favor del derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos.
Una estrategia coordinada con Estados Unidos y la mayor parte de los países africanos, que se oponen a que se adoctrine sexualmente a los menores, sin consentimiento paterno, como pretendía Naciones Unidas.
En la votación, los países europeos e iberoamericanos estaban a favor de ese adoctrinamiento. Y Africa (más EEUU y el Vaticano) formó bloque con la isla de Santa Lucía para defender lo contrario.
La votación se saldó a favor de que los padres y los tutores legales tengan la última palabra a la hora de que las instituciones políticas se entrometan en la sexualización de la infancia.
Los africanos insistieron una y otra vez en que cualquier resolución que comprometa a los Estados o a las Naciones Unidas para promocionar la educación sexual no debe dejar fuera a los padres. En concreto, debe quedar bajo “la dirección y orientación apropiada de los padres y tutores legales”, según recoge LifeNews.
El tratado de la ONU sobre los derechos del niño reconoce el derecho de los padres a dirigir la educación de sus hijos
Santa Lucía fue la primera en introducir la enmienda. Propuso el control parental en una resolución que, de aprobarse, hubiera permitido la sexualización de niños de 10 años de edad.
“Los padres y la familia desempeñan un papel clave en la orientación de los niños”, declaró la delegada de Santa Lucía en la Asamblea General.
Según explicó, “no es adecuado” relegar a los padres en lo que a su educación se refiere. Señaló que el tratado de la ONU sobre los derechos del niño reconoce el derecho de los padres a dirigir la educación de sus hijos según sus propios valores.
A pesar de este éxito respecto a la infancia, no pudo repetirse con la enmienda en lo referido a la juventud.
Europa e Iberoamérica, pro LGTB
Los delegados de Europa y de Iberoamérica se frustraron ante la estrategia de los africanos y pidieron que se votaran las enmiendas, algo que solo ocurre cuando hay mucho en juego.
Aunque este procedimiento suele favorecer al que lo pide entendido como un ‘toque de atención’ para los votantes díscolos, los países africanos, Estados Unidos y el Vaticano se impusieron de nuevo.
Hubo críticas por todos lados. La Unión Europea declaró que no había “suficiente consenso” respecto a la educación sexual como para aprobarse la proposición parental.
Los de Iberoamérica tildaron a los países africanos de “muy problemáticos”. El de Canadá se negó a aceptar los resultados. Un delegado australiano se mostró como “extremadamente decepcionado”.
Un delegado de Egipto: “nuestra cultura africana respeta los derechos de los padres”
Un delegado de Noruega se mostró más sincero que sus homónimos y declaró que “los niños deberían decidir libremente” en asuntos sobre “salud sexual y reproductiva”.
Uno de los egipcios, que habló en nombre de todas las naciones africanas excepto Sudáfrica respondió de manera clara a las críticas: “nuestra cultura africana respeta los derechos de los padres” y “Egipto rechaza los intentos de ciertos países de imponer su sistema educativo a otros”.
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