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Thomas Mann, cardenal Van thuan, Luis Buñuel y Emily Blunt.

Vida y Familia

Seis libros y cinco películas para no salir de casa y hacer frente a la cosa

Autores como Mann en ‘La montaña mágica', Saramago en ‘Ensayo sobre la ceguera', o Camus en ‘La peste' recurren a las plagas para reflexionar sobre la crisis de Europa. Otros, como el rumano Nicolae Steinhardt demuestran que confinamiento y felicidad no tienen por qué contraponerse.

El confinamiento o la grandes plagas dan mucho juego a la literatura, el teatro o el cine, para contar no sólo historias interesantes sino también para hacer pensar acerca de temas como la soledad, el problema del dolor, la fragilidad de la condición humana, la miseria. la solidaridad o el heroísmo.

O para demostrar que existen antídotos para hacer frente a peligros, asedios, pestes, y apocalipsis varios. E incluso para extraer cosas positivas de la pérdida de libertad, como narra el cardenal vietnamita Van Thuan. Seleccionamos seis libros y cinco películas.

  1. La peste, símbolo del mal 

La obra más emblemática -y la más leída estas semanas- es la famosa novela del premio Nobel francés Albert Camus (1913-1960). Al margen del mensaje más obvio -alegoría de la ocupación nazi-, la aparición de la plaga transmitida por las ratas en Orán (Argelia) simboliza el mal moral y el sinsentido del sufrimiento de los inocentes.

El autor lo aborda en La peste a través de la reacción de distintos personajes, que son otros tantos arquetipos éticos: el ladrón Cottard, que se aprovecha del caos social para eludir la justicia y seguir delinquiendo; el doctor Rieux, que pudiendo salir de Orán e irse con su mujer opta por quedarse para atender a los apestados; o el joven Tarrou, que se pone de parte de un condenado, al verle miserable y débil. Para el agnóstico Camus, Tarrou es el modelo de mártir laico que opta «por ponerse del lado de las víctimas», trabaja en las organizaciones sanitarias contra la peste y pierde la vida.

  1. La montaña mágica, ¿sanatorio o cárcel?

La enfermedad es un leitmotiv al que recurre el premio Nobel alemán Thomas Mann (1875-1955). Es el telón de fondo de Muerte en Venecia -una epidemia de cólera- y de La montaña mágica -la tuberculosis-. Esta última, monumental obra de más de 900 páginas, cuenta el viaje del joven protagonista, Hans Castorp, a un sanatorio para tuberculosos, situado en los Alpes para visitar a un amigo. Pero la visita se convierte en una larga estancia, en la que no faltan las reflexiones filosóficas -con los duelos dialécticos de Settembrini y Naphta- y los lances amorosos, siempre con la espada de Damocles de la muerte que planea de forma sutil pero omnipresente.

A pesar de su longitud, La montaña mágica, es una novela hipnótica, que refleja la crisis de la civilización europea en vísperas de la Gran Guerra del 14.

  1. El secreto del cardenal Van Thuan, libre entre rejas

“Me llamo Francisco Nguyen van Thuan y soy vietnamita… Hasta el 29 de abril de 1975 fui, durante ocho años, obispo de Nhatrang, la primera diócesis que me fue confiada, donde me sentía feliz, y por la cual sigo sintiendo predilección”. Estas palabras son la tarjeta de presentación de una apasionante odisea, de la de un preso de conciencia, un mártir de la fe, que a pesar de pasarse trece años en las mazmorras del Vietcong, nunca dejó de sentirse paradójicamente libre.

Para seguir celebrando misa, el cardenal van Thuan envió un mensaje a católicos clandestinos con un mensaje en clave «Necesito vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles le mandaron una botellita de vino con la etiqueta «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron algunas hostias. El prelado llegó a estar un año en un zulo infecto de reducidas dimensiones, en el que casi no se podía mover. Van Thuan tenía un pequeño secreto: “Yo no esperaré [a la liberación]. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”.

De los distintos libros que se han publicado sobre Van Thuan (1928-2002) los dos más interesantes son Cinco panes y dos peces, diario que escribe en la cárcel; y Libre entre rejas, novela escrita por Teresa Gutiérrez de Caviedes, que reconstruye su experiencia en el cautiverio.

  1. Etty Hillesum: la otraAna Frank

La judía holandesa Etty Hillesum (1914-1943), gaseada en Auschwitz, era prácticamente una desconocida hasta que 38 años más tarde, en 1981, fueron publicados sus diarios. Se convirtieron en un bestseller por la fuerza de su testimonio y por la singularidad de su actitud, ya que Etty eligió voluntariamente la deportación, solidarizándose con los perseguidos.

Trabajó como correo de la Resistencia antinazi, llevaba cartas de los prisioneros, así como medicinas. Sus Diarios revelan la sensibilidad espiritual de quien reacciona ante el problema del mal con una conversión interior. El libro de Paul Lebeau, Etty Hillesum, un itinerario espiritual es una guía muy adecuada para introducirse en el rico mundo de la que algunos autores han calificado como una Ana Frank más adulta y profunda.

  1. Ensayo sobre la ceguera, parábola sobre el egoísmo

Hay muchas y buenas aproximaciones a las plagas, como motivo literario, sobre todo porque tiene resonancias simbólicas. Una de las más interesantes es el Ensayo sobre la ceguera, del premio Nobel portugués José Saramago. Aunque se titule así no es un ensayo sino una novela y lo que cuenta es la extensión de una epidemia de ceguera en una ciudad. La gente deja de ver y se vuelve loca, y el caos se apodera de la ciudad. La ceguera, que en el Evangelio se asocia con la falta de fe, es para Saramago metáfora del egoísmo de la sociedad, como para el Buero Vallejo de El concierto de San Ovidio era la huella de la injusticia y la opresión en el París anterior a la Revolución Francesa.

Como apunta Saramago: «creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven».

  1. Steinhardt: confinamiento no se contrapone a felicidad

El poeta y escritor rumano Nicolae Steinhardt (1912-1989) demostró que confinamiento y felicidad no son experiencias contradictorias, como él mismo relata en El diario de la felicidad. Primero conoció las prisiones fascistas de Rumanía, del régimen de Antonescu; y posteriormente en la época del Telón de Acero, estuvo en las cárceles comunistas. Allí sería torturado. Y todo por no delatar a unos amigos con los que había tenido una tertulia literaria.

Estando en prisión Steinhardt se convirtió al cristianismo ortodoxo y llegó a experimentar un proceso similar al del psiquiatra vienés Viktor Frankl narrado en su libro El hombre en busca de sentido. Cuenta Steinhardt: “Entré en la cárcel ciego y salgo con los ojos abiertos; entré mimado y caprichoso, y salgo curado de ínfulas, aires de grandeza y caprichos; entré insatisfecho y salgo conociendo la felicidad; entré nervioso, irascible, sensible a las minucias y salgo indiferente; el sol y la vida me decían poco, ahora sé saborear un trozo de pan, por pequeño que sea; salgo admirando por encima de todo el valor, la dignidad, el honor, el heroísmo; salgo reconciliado: con aquellos a los que he hecho mal, con los amigos y los enemigos, incluso conmigo mismo”.

Su libro, El diario de la felicidades el impresionante testimonio de esa transformación.

…Y seis películas

  1. La trinchera infinita: vivir en la madriguera

No es fácil mantener la tensión y el interés en una película de más de dos horas que resume treinta años de la vida de Higinio, un campesino que permanece escondido en un tabique de su casa de pueblo durante la Guerra Civil y el franquismo. Pero los tres directores Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga lo consiguen con La trinchera infinita. Aportan convicción y dramatismo los protagonistas, encarnados por Antonio de la Torre y Belén Cuesta en los papeles de Higinio y su esposa, que le encubre durante 30 años haciendo creer a todos que es viuda.

El resultado de esta película dura, con momentos de logrado suspense, es una reflexión que va más allá del mensaje ideológico, ya que ahonda sobre el cainismo, la soledad, la persecución, pero también sobre la fuerza del amor.

  1. El ángel exterminador: Buñuel kafkiano

Luis Buñuel atiza a la burguesía a través de El ángel exterminador  una historia surrealista, muy típica del director: un grupo de señores y señoras atildados de la clase acomodada se reúnen a cenar en una mansión, al salir de la ópera. Todo va bien hasta que cocineros y sirvientes quieren irse a toda costa y les dejan solos. Al acabar la cena los invitados se sienten incapaces de abandonar la habitación, aunque aparentemente no existen razones que se lo impidan. La situación se vuelve kafkiana, cuando transcurren los días, y ninguno conseguirse irse, se acumula la basura, escasean los alimentos y aquella gente tan peripuesta muestra su lado más salvaje y despiadado.

  1. Un lugar tranquilo:shhhhhhhhhh

De las películas apocalípticas, esta es una de las más interesantes al narrarnos el acoso que sufre un matrimonio y sus tres hijos por parte de unas criaturas monstruosas que sólo atacan si te oyen. La familia no sólo vive confinada en el subterráneo de una granja, sino que además evita hacer el menor ruido porque del silencio depende su supervivencia.

Bajo las hechuras de un thriller apocalíptico, Un lugar tranquilo, interpretado por John Krasinski y Emily Blunt (matrimonio en la vida real), es posible encontrar metáforas sobre la civilización del ruido y también sobre el último refugio en caso de catástrofe: la familia.

  1. La huella: duelo de clases sociales

Un clásico de la intriga servido por dos grandes de la escena británica, Laurence Olivier y Michael Caine. El primero, un escritor de novelas detectivescas, de clase alta; el segundo, un peluquero londinense hortera y de clase baja, amante de su mujer. La huella es un duelo dialéctico e interclasista entre los dos, sin salir de una mansión llena de trampas que cada uno de ellos debe superar. Y un recital de interpretación de los que no se olvidan.

  1. Río Bravo: valor y humor en cuatro paredes

El western parece a priori lo más alejado a los encierros. Pero en Río Bravo, uno de los grandes clásicos del género, el director Howard Hawks da la espalda a los inmensos espacios abiertos, a los desiertos y praderas, y confina a un sheriff (John Wayne) y sus ayudantes (Dean Martin, Walter Brennan, Ricky Nelson) en una cárcel de Texas, sitiados por una banda de malhechores, donde se desarrolla gran parte de la acción.

Estamos ante una película ideal para el confinamiento, porque lejos de resultar claustrofóbica, es muy entretenida, épica y profundamente optimista. El sheriff y sus hombres se enfrentan al “coronavirus” que les acecha con las armas más eficaces: valor, compañerismo, humor y baladas como la que canta Dean Martin (My rifle, my pony and me).

Fuente: Actuall

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