Mons. Auza, representante del Vaticano en la ONU, interviene sobre la ideología de género recordando las palabras del Papa: “no discriminación, pero es un peligro para la humanidad”.
Ayer en las Naciones Unidas, el arzobispo Bernardito Auza, Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU en Nueva York, reiteró claramente las palabras del Papa Francisco sobre la ideología de género durante su participación al evento titulado “Igualdad de género e ideología de género: protección de mujeres y niñas”, promovida para hacer un balance de la condición de la mujer en el mundo y para monitorear cuestiones relacionadas con los derechos políticos, económicos, civiles y sociales así como la educación de las mujeres.
“Antiguamente – dijo Mons. Auza – había una clara comprensión de lo que significaba ser una mujer, era una cuestión de cromosomas. Hoy en día, esta claridad se ha visto empañada por la ideología de género que hipotetiza una identidad personal desvinculada del sexo”.
Ninguna discriminación sino claridad sobre los peligros
Sustituir esta identidad de género con el sexo biológico – afirmó Auza – tiene fuertes repercusiones “no solo en términos de ley, educación, economía, salud, seguridad, deporte, idioma y cultura”, sino también “en términos de antropología, dignidad humana, derechos humanos, matrimonio y familia, maternidad y paternidad”, así como sobre el destino mismo de las mujeres y los hombres “y especialmente los niños”. Además, recordó cuando el Papa Francisco afirmó – en la rueda de prensa durante el vuelo de regreso de su viaje a Azerbaiyán el 2 de octubre de 2016 – “la dignidad y el derecho a no ser discriminados por quienes no se sienten representados por su sexo biológico” y en la que advirtió claramente sobre los peligros para los individuos y la sociedad derivados de la ideología de género.
Datos objetivos, no elecciones subjetivas
El prelado también citó el párrafo 56 de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, en la que el Papa enfatiza que la ideología de género niega “la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer” y sugiere “una sociedad sin diferencias de sexo y vacía la base antropológica de la familia”.
El texto papal continúa: “Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer”.
La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo. Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, busquen establecerse como un pensamiento único que también determina la educación de los niños.
No debemos ignorar el hecho de que el sexo biológico (sexo) y el papel sociocultural del sexo (género) pueden distinguirse, pero no separarse”.
Por otro lado, la revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo, haciéndolo independiente de la relación sexual entre el hombre y la mujer. De esta manera, la vida humana y la crianza de los hijos se han convertido en realidades modulares y separables, principalmente sujetas a los deseos de individuos o parejas.
Una cosa es entender la fragilidad humana o la complejidad de la vida, otra es aceptar ideologías que pretenden dividir en dos los aspectos inseparables de la realidad”. El párrafo concluye: “Estamos llamados a preservar nuestra humanidad, y esto significa, sobre todo, aceptarla y respetarla como ha sido creada”. Nuestro sexo, así como nuestros genes y otras características naturales – observó Mons. Auza – “son datos objetivos, no elecciones subjetivas”.
Aceptar el propio cuerpo
El representante del Vaticano asimismo citó el párrafo 155 de la Encíclica Laudato sì', donde el Papa afirma que la aceptación del propio cuerpo “es necesaria para coger y aceptar al mundo entero como un don”, mientras que “una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se convierte en una lógica a veces sutil de dominación sobre la creación. Aprender a acoger el propio cuerpo, cuidarlo y respetar sus significados es esencial para una verdadera ecología humana.
Incluso apreciar el propio cuerpo en su feminidad o masculinidad es necesario para poder reconocerse en el encuentro con otros diferentes a uno mismo”.
El texto continúa: “Por lo tanto, una actitud que pretende borrar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo enfrentarla no es saludable”.
La ideología de género no hace que la sociedad sea más justa
En su discurso ante los obispos de Puerto Rico, el 8 de junio de 2015, el Papa enfatizó que la complementariedad del hombre y la mujer “es cuestionada por la llamada ideología de género en nombre de una sociedad más libre y justa.
Las diferencias entre hombres y mujeres no son por oposición o subordinación, sino por comunión y generación”. En cambio, es un “paso atrás”, dijo el Papa en la audiencia general del 15 de abril de 2015, por qué “la eliminación de la diferencia [sexual] en realidad crea un problema, no una solución”.
Colonización ideológica de los países ricos
Por último, Mons. Auza añadió que cuando se cuestiona la dualidad natural y complementaria del hombre y la mujer “se socava la noción misma de ser humano”, asegurando que “el cuerpo ya no es un elemento característico de la humanidad. La persona se reduce al espíritu y la voluntad y el ser humano se convierte casi en una abstracción”.
El Papa Francisco – recordó el prelado – “está particularmente preocupado por el enseñamiento de la ideología de género a los niños, por lo que los niños y las niñas son alentados a cuestionar, desde la edad más temprana de su existencia, si son hombres o mujeres sugiriendo que “el sexo cada uno lo puede elegir”.
Estas son las palabras dirigidas por el Papa en Cracovia a los obispos polacos el 27 de julio de 2016: “¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y las instituciones que te dan dinero. Son las colonizaciones ideológicas, apoyadas también por países muy influyentes” incluso en esos países y en esas culturas que se oponen a esta nueva y radical antropología.