“Todo coopera para el bien de los que aman a Dios” (Rm 8,28-30)
El Dios cristiano no es ajeno a las necesidades de sus hijos, todo lo contrario, gobierna la Historia sin imponerse, respetando cabalmente nuestra voluntad y libertad. Pero ello no obsta para que intervenga para conducirnos -como un Padre amoroso-, al fin de Su diseño original. Su modo de intervención -misterioso y más frecuente-, se asocia a mujeres y hombres en tiempos y circunstancias específicas (Abraham, Moisés, Ana y Joaquín, José, Pedro, María de Magdala, Pablo, Benito, Francisco de Asís, Catalina de Siena,Ignacio de Loyola, Teresita de Lisieux, Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, Juan Diego, etc.). Esta es la historia a la luz de los ojos y el corazón de la fe, es también la de hoy.
Entre todos ellos, María tiene un lugar especial y privilegiado como la madre de Dios. Nadie más cercano al corazón de Jesús. El mensaje de María —en su advocación de Guadalupe— continúa siendo vivo y eficaz hoy, tal como lo hizo hace casi 500 años en 1531, cuando conformó la conciencia católica en todo el continente americano, e hizo posible que “dos mundos, dos visiones religiosas y culturales imposibles humanamente de reconciliar… se reconciliaran a pesar de las diferencias y la violencia existente… y sin embargo se encontraron y se reconciliaron para dar origen a nuestra identidad actual que involucra a millones de fieles de la Iglesia desde Alaska hasta la Patagonia y a los pueblos europeos hermanos1.
Hoy el mundo enfrenta profundas y preocupantes calamidades causadas por el virus del COVID 19, que afectan a millones de personas y cientos de miles de fallecidos y sus familias; sus ramificaciones se extienden a la economía y el empleo que se deterioran dramáticamente, con efectos de largo plazo; falta de alimentos, medicamentos y vacunas ofrecen un escenario aterrador y los gobiernos de todo signo son superados. ¡Oramos por la intervención divina! Por ello es que humildemente convocamos a los movimientos y asociaciones de laicos católicos de diferentes partes del mundoa la Primera Peregrinación Internacional Virtual al Basílica de Santa María de Guadalupe en la Ciudad de México; bajo el lema “Unidos a los Pies de la Guadalupana”, el sábado 19 de septiembre, a las 5:00 p.m. hora central de la Ciudad de México (UTC – 6 Hrs), que culminará con la Santa Misa celebrada a las 6:00 pm, por su Excelencia, Monseñor Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, Presidente de la Dimensión Episcopal para los Laicos de la Conferencia del Episcopado Mexicano. La transmisión de ambos eventos se realizará por streaming en el sitio www.peregrinacionvirtual.org El propósito principal de la peregrinación es renovar nuestra fe y confianza en Cristo Nuestro Señor; y orar por la intercesión de Nuestra Madre Santa María de Guadalupe, para que loscristianos seamos escuchados, consolados y aliviados de nuestras aflicciones, específicamente para orar en unidad por:
- For talecer nues t ra determinación de amar solidariamente a nuestro prójimo, más necesitado y vulnerable, apartándonos de nuestra indiferencia y egoísmo, como nos llama el Papa Francisco;
- Los más de 850 mil fallecidos en el mundo por el COVID 19 –y sus familias-, y por los más de 25 millones de enfermos, así como pedir por el fin de la pandemia;
- La fortaleza, generosidad, talento y sabiduría de médicos y trabajadores de la salud, y por los científicos que buscan una solución médica y una vacuna eficaz;
- Los líderes de todo tipo y ámbito, para que sus decisiones estén enteramente guiadas por el bien mayor y común; apartándose de ideologías e intereses políticos personales y de grupo; y
- Por el respeto, protección e integridad de toda vida humana, por el matrimonio y la familia natural en todo el mundo; para que sea protegida y garantizada por las leyes y las políticas públicas (v. gr.: el aborto de decenas de millones de bebés desde su llamada “legalización” en ciertos países hace palidecer el número de fallecidos por COVID).
Nuestra madre de Guadalupe ya ha mostrado sus milagros con nuestro país, el continente y otras partes del mundo, por ello es que recurrimos nuevamente a ella con nuestra oración humilde en su “Casita del Tepeyac” para que ilumine y fortalezca a los cristianos y hombres de buena voluntad para enfrentar esta pandemia con obras específicas y de caridad y que la gracia de Dios intervenga y se derrame “para el bien de los que aman a Dios” (Rm 8,28-30).