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Las víctimas invisibles: los huérfanos de la pandemia

Casi 200 mil personas han muerto por coronavirus en México; sin embargo, la cifra de huérfanos por covid-19 se conocerá hasta el próximo año, según Unicef.

El 18 de marzo de 2020 se confirmó el primer fallecimiento por covid-19 en México. Desde entonces, cerca de 200 mil personas han muerto por coronavirus en el país; sin embargo, la cifra de huérfanos por covid-19 es incierta. Son como invisibles. La Unicef calcula que hasta el próximo año se conocerá un número aproximado, no antes.

Estas son historias de niños y adolescentes que han perdido a su padre o madre en la pandemia.

Ángela no sabe qué pasó. Hace casi un año que no ve a su mamá. Pacientemente, Yael, su hermano, le ha explicado una y otra vez que no volverán a verla, que de ahora en adelante solo serán ella y él.

Hace ocho meses, Rosario Luna, la madre de ambos, murió por covid-19, luego de largas jornadas atendiendo a pacientes contagiados en un hospital militar.

La última vez que vieron a su madre fue la noche del 22 de mayo. Rosario se alistaba para ir a la guardia nocturna. Esa vez se despidió de sus hijos con un beso y un abrazo. Salió de casa, lista para la batalla.

En ese entonces, la CDMX atravesaba uno de los primeros picos de contagio. La disponibilidad de camas en hospitales rondaba el 25%. Yael ya le había pedido en varias ocasiones a su mamá que se quedara en casa, porque la mujer tenía antecedentes de problemas respiratorios, pero ella se negó. Decía que ser enfermera militar implicaba una responsabilidad con su país.

La mañana del 23 de mayo, Yael llamó a Rosario para preguntarle a qué hora llegaría a casa. Una, dos… 13, 20 llamadas. No podía contactarla. Yael imaginaba lo peor.

Después de varias horas, por fin pudo hablar con ella. Se enteró que seguía en el hospital. La estaban tratando a causa de una supuesta lumbalgia.

El dolor muscular se intensificó. Rosario tenía problemas para respirar. Le hicieron tres pruebas para saber si tenía covid-19. Todas salieron negativas.

Tres días después de haber sido internada, la salud de Rosario empeoró. La única solución era intubarla. Ella había visto repetidamente ese procedimiento en otros pacientes y sabía que el pronóstico era poco alentador. Tenía que despedirse de sus hijos.

Agarró su celular y habló brevemente con Yael. “Cuídense mucho, cuida a Ángela. Échenle ganas, por favor. Los amo”.

Rosario falleció el 30 de mayo de 2020. Tenía 42 años.

Desde entonces, Ángela está desconcertada. Hay días en que la imagina, le habla, le sonríe. Su hermano, en cambio, ha pasado días sombríos. No solo perdió a su mamá, sino que ahora, a sus 20 años, es el tutor de su hermana.

La tanatóloga Julieta Suárez Molina explica que no todas las personas transitan por el duelo de la misma forma. Depende mucho de las fortalezas individuales, de la edad y del vínculo que se sostenía con la persona que murió. Sorprendentemente, los niños afrontan mejor la pérdida si se les habla con claridad, debido a su capacidad de resiliencia.

Perder a un ser querido nunca es fácil. Se atraviesa por un duelo con varias fases y que muchas veces ni siquiera van en orden. En teoría, dicen especialistas, primero se entra en un estado de negación, luego de enojo, después de depresión y aislamiento. Los primeros rayos de luz se asoman en en la etapa de negociación y el final del túnel está en la aceptación.

A finales de junio del año pasado, el Gobierno de CDMX incluyó en la Beca Leona Vicario, una ayuda de 832 pesos mensuales, a los huérfanos por covid-19.

En tres meses y medio, 2 mil 722 huérfanos por covid-19 recibieron este apoyo en la capital del país.

Ángela recibe esta ayuda también. Además, es auxiliada por una psicóloga para enfrentar el duelo.

Dora Giusti, jefa de Política Social del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señala que no hay seguimiento de los niños en estas condiciones. La información, advierte, podría conocerse hasta el próximo año, una vez que la emergencia sanitaria esté controlada.

Asegura que niños y adolescentes también son víctimas del rechazo por haber estado contagiados o porque sus padres murieron a causa del virus.

“Puede haber un tema de discriminación por parte de vecinos, conocidos, amigos de los niños. Podrían ser estigmatizados por ser huérfanos por covid o por tenerlo”, explica.

Tras la muerte de su madre, Yael y Ángela han tenido que reconstruir sus vidas poco a poco. Rosario era madre soltera, así que no cuentan con el apoyo paterno. Ahora, los dos se han acostumbrado a una nueva rutina y se ayudan de amigos y vecinos. Van con calma, un paso a la vez

Cuando Jessica vio a su papá en el hospital, le vino una tristeza profunda. Quiso llorar hasta secarse. Aquel hombre robusto que solía jugar basquetbol y se quejaba de los kilos extras ahora era un tipo delgado, con un color de piel grisáceo, lleno de llagas, postrado en una cama.

A siete meses de su muerte, Jessica y Perla, su madre, aún no pueden contar lo que le pasó a Jorge Enrique Mata sin que se les salgan las lágrimas. Las dos mujeres se rompen cuando hablan de él, de su dulzura, de su buen humor y del hogar que construyeron.

Jorge, de 46 años, se contagió de covid-19 un día que salió a comprar lo que necesitaba para el pequeño negocio que tenía en Torreón, Coahuila, al norte de México.

Sus primeros síntomas fueron engañosos. Parecía que tenía gripa, pero el virus tomó fuerza y el hombre tuvo que ser internado en la Clínica 71.

Los médicos lograron estabilizarlo, pero tomaron la decisión de regresarlo a casa para que terminara de recuperarse. Era juniode 2020 y los hospitales en Torreón ya estaban saturados. Solo aceptaban a personas con cuadros más graves de covid-19.

En casa, los esfuerzos para mantenerlo estable fueron en vano. A los pocos días, Jorge empeoró, pero suplicaba que no lo llevaran al hospital. “Decía que era un infierno. Gente intubada, sufriendo”, recuerda Perla.

Sin embargo, no había más opciones. Jorge fue internado nuevamente. Lo intubaron y extubaron tres veces. Vivió una tormenta durante más de 60 días hasta que los doctores le informaron que no había más que hacer.

Jorge inició un trámite para que Jessica y su hermana mayor, Argentina, pudieran verlo por última vez. El encuentro final duró solo 15 minutos, un lapso muy corto para despedirse de alguien a quien se le tiene que abrazar y agradecer tanto.

El 28 de agosto, Jorge murió.

Desde entonces, Jessica, de 15 años, ha enfrentado el dolor como ha podido. Con tristeza, rabia, apatía. Repasando una y otra vez los detalles de la muerte, haciendo un esfuerzo por no colapsar en memoria de su papá.

Rosa Poiré, directora de Calidad y Asuntos Internacionales de Save the Children en México, explica que el acompañamiento institucional para los huérfanos por covid-19 es fundamental, porque la pérdida de un tutor es crucial, además de que provoca incertidumbre económica.

“Si los menores no son canalizados en el momento adecuado, hay posibilidades de que estos traumas se manifiesten después y sea más compleja su atención”, señala.

Agrega que Save the Children diseñó una guía de acompañamiento para los huérfanos por covid-19, que se puede consultar en internet.

Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México, considera que las autoridades deben elaborar un protocolo de atención para huérfanos por covid-19, como sucede con menores son víctimas del crimen organizado o de feminicidios.

Además, advierte que hay un limbo para otorgar apoyos, ya que miles de actas de defunción no especifican que la muerte fue a causa del coronavirus y usan términos como “neumonía atípica” o “paro cardiorrespiratorio”, lo que frena las ayudas económicas.

Actualmente, Jessica intenta retomar su vida. Ya regresó a las clases de prepa en línea, platica con sus amigos y ayuda a su mamá en las tareas diarias del hogar.

Una urna acompaña a Renata y Daniela a todos lados. Ahí está mientras caminan por la playa o cuando están en casa haciendo tarea. Dentro de la urna están las cenizas de Héctor, el papá de ambas.

Renata, Daniela y sus familiares piensan que Héctor Ortiz se contagió de covid-19 en el trabajo.

Su centro laboral está a un lado de un hospital covid, en Cancún, Quintana Roo, el destino turístico más popular de México.

Héctor era ingeniero y trabajaba para el Instituto Mexicano del Seguro Social. Cuando comenzó la pandemia, lo mandaron a casa, pero al paso de las semanas, sus jefes lo obligaron a presentarse en la oficina, pese a que su labor se podía hacer a distancia.

Los primeros síntomas —fiebre y dolor de cuerpo— aparecieron a inicios de julio de 2020. El médico le diagnosticó dengue, así que Héctor fue enviado a casa. Debía tomar paracetamol.

Durante los siete días que estuvo en aislamiento sin saber que tenía coronavirus, Héctor contagió a toda su familia: a su esposa Karla, de 37 años, y a Renata y Daniela, de 13 y 15 años.

Pese a que sus síntomas empeoraron y tuvo que regresar al hospital, Héctor pensó que solo le darían más medicamentos; sin embargo, la situación era peor de lo que pensaba y lo internaron.

“Regresó a consulta y lo internaron ese día. Tuvimos una última videollamada, pero no hubo un adiós. Pensábamos que iba a regresar a casa”, cuenta Karla, conmovida.

Sus pulmones colapsaron y tuvieron que intubarlo pero fue inútil. El 20 de julio de 2020, Héctor Ortiz falleció a los 43 años.

Debido al tipo de contrato laboral que tenía, su familia pudo obtener una pensión seis meses después, tras una batalla burocrática.

Fotos: Jorge Delgado.

Renata y Daniela regresaron a la escuela con el propósito de volver a la normalidad. Aunque se mantienen ocupadas, su papá aparece en las conversaciones diarias. Imaginan lo que habría dicho en el desayuno o mientras visitaban la playa.

Para ambas adolescentes ha sido difícil retornar su vida cotidiana. Les duele asimilar que su papá no las verá graduarse ni estará presente en los momentos significativos. Tampoco las acompañará en los sinsabores de la vida. La enfermedad también les arrebató la oportunidad de al menos despedirse de él.

En 10 meses, México duplicó las cifras de muertos que las autoridades federales habían marcado como el escenario catastrófico para esta pandemia. El pasado 23 de diciembre el país superó los 120 mil fallecimientos. A un año de que se confirmó el primer deceso, el país acumula casi 200 mil personas fallecidas, de las cuales más de 36 mil ocurrieron en CDMX.

A un año de la pandemia, sabemos que en esta guerra no hay balas. Se lucha contra un enemigo invisible que no da tregua.

Luego de conocer estas historías de huérfanos por covid-19, te invitamos a ver la entrevista a una de las primeras personas que recibieron la vacuna contra coronavirus en la CDMX.

Fuente: Chilanga

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