¿La gente seguiría yendo a la parroquia de un sacerdote acusado de abusos así como algunos seguirán viendo House of Cards?
No me hubiera imaginado ni por asomo el nivel de oscuridad de las acusaciones que pesan sobre el actor estadounidense Kevin Spacey, ganador del Oscar y (¿ex?) protagonista de la popular serie de Netflix “House of Cards”.
Ni por asomo.
Luego de que el actor Anthony Rapp denunciara que Spacey quiso abusar de él cuando tenía 14 años, en 1986, al menos una docena de personas han denunciado similares casos de acoso o de abuso sexual a manos del ganador del Oscar.
¿Lo peor que ha pasado? Netflix cortó contrato con Spacey y este “se está tomando el tiempo necesario para buscar evaluación y tratamiento”.
Y eso es todo.
Y como Spacey, hay más e importantes acusados de abusos a hombres y mujeres: el poderoso productor hollywoodense Harvey Weinstein, a quien Meryl Streep comparó con Dios; Roman Polanski, que vive en Francia desde hace 40 años para evitar una condena de abuso sexual de una menor de 13 años en Estados Unidos; Bill Cosby, acusado por más de 50 mujeres.
Aún peor. Elijah Wood, “Frodo” en las adaptaciones cinematográficas de El Señor de los Anillos, denunció en 2016, en una entrevista con The Sunday Times, que “hay muchas víboras en esta industria” y dijo que “hay oscuridad” subyacente en la industria del cine: “si lo puedes imaginar, probablemente ha pasado”.
“Si eres inocente tienes poco conocimiento del mundo y quieres tener éxito”, dijo. “La gente con intereses parásitos te verán como su presa”, denunció y agradeció que su madre lo protegió desde pequeño de ese ambiente.
Dos días después, Wood hizo pública una extraña precisión, diciendo que “no tengo experiencia u observación de primera mano sobre el tema, así que no puedo hablar con ninguna autoridad más allá de los artículos que he leído o las películas que he visto”.
Pero con todo esto no ha pasado nada. Los premios se siguen entregando. Los grandes actores siguen paseando por las alfombras rojas y Polanski sigue dirigiendo películas. Hollywood trata de reducir las denuncias a casos aislados.
Aunque, como dijo el guionista Scott Rosenberg sobre el caso de Weinstein, “todo el mundo sabía”: productores, directores, periodistas, actores. Todos.
Y hasta hoy, aunque siguen lloviendo acusaciones a diversas personalidades, no ha pasado absolutamente nada.
¿Y si hubiera sido un sacerdote católico?
Esa historia ya la conocemos. Los dramáticos casos de abusos sexuales a manos de sacerdotes han llevado a la Iglesia a dar importantísimos pasos para la prevención y la atención de las víctimas.
Hollywood, de hecho, hizo una película ganadora del Oscar al respecto: “Spotlight”.
Y a la Iglesia le toca seguir avanzando, porque un solo caso de abuso es siempre demasiado.
Pero también sabemos que basta una acusación mediática, así se pruebe luego falsa, para que un sacerdote sea lapidado mediáticamente y condenado al ostracismo.
Pero en Hollywood no ha pasado nada.