“Nosotros tus hijos, con el corazón de aquel digno mensajero del Tepeyac, deseamos consagrarnos a ti.
En medio de la tempestad, a ti que escuchas el clamor de tu pueblo que padece el flagelo de la enfermedad en el cuerpo y el espíritu, te entregamos a todos tus hijos agobiados en su salud, y a aquellos que con su corazón valiente los asisten.
Cubre con tu manto poderoso a tu nación mexicana y líbranos de la pandemia”. Con estas palabras, el actor y productor de cine Eduardo Verástegui dirigió el sábado 21 de noviembre en Querétaro la Consagración de todos los laicos y laicas mexicanos a Santa María de Guadalupe.
El evento tuvo lugar en el marco de la segunda edición del Día del Laico, instaurado por el Episcopado Mexicano, y se transmitió por diversas redes sociales a todo el país desde el Templo y Convento de la Santa Cruz.
En el umbral de los 500 años de la aparición de Santa María de Guadalupe, el laicado mexicano se consagró a Ella, dentro de una celebración litúrgica que contempló un momento de adoración eucarística y donde el obispo de Querétaro, monseñor Fidencio López Plaza, dio lectura al mensaje que el Santo Padre, el Papa Francisco, envió al pueblo de México.
“¡México reclama un nuevo laicado! Nuestra nación necesita cristianos solidarios que promuevan por todo el país la unidad, la esperanza y la libertad (…) en todas las estructuras temporales, económica, política, educación, cultura, arte”, indicó en rueda de prensa monseñor Víctor Aguilar Ledesma, Presidente de la Dimensión Episcopal para los Laicos (DELAI). Monseñor Aguilar invitó a Eduardo Verástegui como laico comprometido a pronunciar presencialmente la consagración a la Stma. Virgen de Guadalupe. Terminado el evento, el obispo y presidente de la DELAI agradeció públicamente a Verástegui: “Eduardo nos ha acompañado en las buenas y en las malas. Ser un laico comprometido, valiente en la defensa de la vida desde su concepción, no es fácil. Sabemos que ser realmente un testigo de Cristo trae críticas. Gracias por tu valentía, tu arrojo, tu testimonio –dijo el obispo-. Que Dios te cuide y la Santísima Virgen María como a San Juan Diego te arrope en su tilma y te lleve en sus brazos”.
“Nos consagramos como portadores del Evangelio, heraldos de la Buena Noticia, defensores de la vida, custodios de la fe y protagonistas del Reino de Jesús, nuestro Rey y Señor”, dijo Verástegui en nombre del laicado mexicano. En sucesivos momentos, los laicos mexicanos pusieron en manos de la Virgen a las familias, los matrimonios, las mujeres embarazadas y los niños, los bebés en el vientre materno, los sacerdotes, los obispos y el Papa Francisco.
Luego de pedir que “nuestra fe sea más ardiente”, culminó la consagración en la que voces de algunos laicos presentes siguieron a las jaculatorias que Verástegui dirigió: “¡Santa María de Guadalupe, Reina de México y de América, salva nuestra Patria y conserva nuestra Fe! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva San Juan Diego! ¡Viva el Beato Anacleto González Flores! ¡Viva México!”