El mundo cambió y pocos lo han notado
Vivimos un momento histórico que pocas generaciones han experimentado. No se trata solo de una era de cambios, sino de un cambio de era. Así lo afirmó el Dr. José Antonio Lozano Díez, presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad Panamericana y el IPADE, durante su conferencia “Desafíos de la nueva época”, organizada por Hazte Sentir.
A lo largo de su exposición, Lozano nos invita a mirar con profundidad el tiempo que vivimos: un mundo que ha perdido el sentido común, que se mueve con prisa y que confunde lo virtual con lo real. Una humanidad que, en palabras del conferencista, ha cambiado más en los últimos 35 años que en los anteriores cinco siglos, y que refleja claramente los males de nuestro tiempo: la ansiedad, la soledad y la falta de sentido.
De la esperanza al vértigo: el fin de la modernidad
El Dr. Lozano explica que el cambio comenzó en 1989 con la caída del muro de Berlín, un momento de aparente triunfo de la libertad. El mundo se volvió optimista: la globalización, la democracia y la tecnología prometían un futuro mejor. Sin embargo, esas promesas se desvanecieron con el tiempo.
Hoy, en lugar de más unidad, vemos fragmentación; en lugar de más libertad, populismos; en lugar de más verdad, relativismo y posverdad. La humanidad, dice Lozano, vive inmersa en el “momento FANI”: fragilidad, ansiedad, no linealidad e incomprensión. Es un mundo que no sabe hacia dónde va.
Una humanidad herida por dentro
Las pantallas se acercaron tanto a nosotros que hoy no sabemos vivir sin ellas. Pasamos de buscar información en una computadora a tenerla en la palma de la mano, y con ello también entregamos nuestra atención, nuestra identidad y nuestra paz interior.
Según el Dr. Lozano, este cambio ha traído seis crisis profundas que afectan el corazón mismo del ser humano:
- Crisis de soledad: vivimos más conectados, pero menos acompañados.
- Crisis de identidad: las redes sociales han creado personalidades falsas y vacías.
- Crisis de atención: nuestros cerebros están saturados de estímulos; los niños de hoy son menos inteligentes que sus padres.
- Crisis de sentido: el pensamiento se ha reducido a emociones y emojis; el lenguaje se empobrece y con él, la capacidad de razonar.
- Crisis ética: el relativismo ha reemplazado la verdad; todo depende del consenso, no de principios firmes.
- Crisis de confianza: en medio de tanta incertidumbre, desconfiamos de todo y de todos.
Estas crisis desembocan en un fenómeno generalizado: la pérdida de esperanza. Un miedo al futuro, al que el autor español Héctor García Barnés ha llamado futurofobia.
La esperanza, virtud olvidada
Sin embargo, el mensaje del Dr. Lozano no se queda en el diagnóstico. Nos ofrece un camino de salida. En un mundo sin rumbo, la esperanza se convierte en un acto de resistencia. “El momento más oscuro de la noche —recordó— es justo antes del amanecer. Todo mal es temporal”.
Con palabras inspiradas en la sabiduría cristiana y en la psicología existencial de Viktor Frankl, Lozano propone cuatro ideas para recuperar el sentido de la vida:
- Recordar que todo pasará. Ningún mal es eterno; la vida sigue en movimiento.
- Entender que la adversidad puede hacernos más felices. Las heridas nos enseñan a amar mejor y a valorar la vida.
- Cultivar la paz interior. Hacer silencio, reflexionar, orar y reconectarnos con nosotros mismos.
- Redescubrir el propósito. Quien tiene un “porqué” para vivir —decía Frankl— siempre encontrará el “cómo”.
Recuperar el sentido, recuperar la vida
Hazte Sentir nació precisamente con ese propósito: ayudar a reconstruir una cultura del sentido, basada en la verdad, la dignidad y la esperanza. En medio de un cambio de época donde la confusión reina, el humanismo cristiano se vuelve más necesario que nunca.
Como afirmó el Dr. Lozano, no se trata de negar la modernidad ni la tecnología, sino de reconstruir al ser humano desde adentro, volver a poner el corazón donde hoy solo hay algoritmos, emociones y pantallas.
La verdadera revolución de nuestro tiempo no será tecnológica, sino antropológica y espiritual. Y en ella, los cristianos, los defensores de la vida y la familia, tenemos una misión irrenunciable: devolverle al mundo la esperanza.
Vivimos un cambio de época, y el reto más grande no es adaptarse, sino no perder el alma en el intento. La salida no está en más velocidad ni más información, sino en redescubrir lo que nunca cambia: el amor, la verdad y el sentido de la vida.
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