Parte 3- El testimonio de un sacerdote en cuidados intensivos, capellán de un hospital en Roma, trinchera contra el Covid-19
El sacerdote Gerardo Rodríguez, 48 años, dice que la ‘parcela’ que Dios le encomendó es amplia, entre los pabellones, las salas de espera y todos los rincones del Hospital Spallanzani, Instituto Nacional para Enfermedades Infectivas de Roma.
Su labor como capellán es también acompañar a médicos, enfermeros, voluntarios que se enfrentan a turnos de más de 10 horas, sin reposo, en medio a un estrés altísimo que dura semanas por la emergencia del Coronavirus. Se trata de una olla a presión emotiva, física y espiritual.
“En estos tiempos de pandemia, el personal necesita un soporte mayor. Están cansados, hacen horarios interminables, te vas a casa con la sensación de que el trabajo no termina, la preocupación: ‘me contagie o no’.
Entonces, dar una palabra de conforto: ‘¿Cómo estás?’, ‘sabes, lo estas haciendo bien’, ‘¿cómo te sientes hoy?’. Ellos son mis colegas de vida cotidiana. El enfermo va y viene. El personal queda”.
Un milagro de Pascua…
Él que se declara ateo me ha parado – no lo hace nunca- y en un lugar más reservado me preguntó si podía decirme algo: ‘Pero, claro, con mucho gusto’, respondí.
El enfermero me dijo: ‘Yo se lo había dicho ya una vez, que yo no creo en Dios, pero yo en este momento estoy teniendo una sensación muy extraña, veo que esta cosa (el virus) no puede ser sanada solamente por el ser humano.
Si hay algo, este algo, tendrá que intervenir porque no podemos más, yo ya no puedo más. Y de algún modo, envidio la fe que tienen muchas personas porque esta fe las sostiene’.
Entonces, yo le miré a los ojos: ‘Lo importante es que Dios si cree en ti, esto llévalo en el corazón’. Y cuando le dije estas palabras me miró intensamente y se puso a llorar.
‘¿Cómo dice?’ preguntó el enfermero. ‘Si, mi Dios sí cree en ti’. Este hombre me replicó: ‘Estoy confundido, estoy perturbado’. – ‘Bueno, santa perturbación’- le respondí.
La santidad del sacrificio
Yo creo que la santidad pasa, no solamente, a través de las personas que creen que Dios exista, sino también por las personas que están donando sus horas, su vida misma, su compromiso, su actividad, su energía.
Este hombre ha pasado de ser uno que escapa a mi presencia (como sacerdote), a ser una persona que como ve me saluda: ‘Padre, ¿cómo está?’ ¿quiere un café?’. Esto también es un milagro por parte del Señor.
La santidad, la comunión de los santos para mí, también se ve en esto. Un Espíritu que Dios da a todos los seres humanos. Hay situaciones difíciles para muchos de los enfermeros, para muchos de los doctores, y no solo.
El día de Pascua, le pregunté a uno de los vigilantes del hospital, que es un hombre muy religioso: ¿Quieres hacer la comunión? Él me dijo: ‘Si quiero’.
Pero ahí estaban muchos de sus colegas. Y no sé, instintivamente, les pregunté: ¿Quieren hacer la comunión? Ellos se miraban y, uno de ellos, reveló: ‘¿Por qué no, padre? ¿Por qué no?- Hagamos la comunión, espero para confesarme’-. Entonces, hicimos con ellos las dos cosas: ‘la confesión y la comunión’.
Padre Gerardo considera que la “santidad pasa a través de todos los operadores sanitarios, desde el que limpia los espacios, porque sin la limpieza no podríamos estar, hasta los médicos que están con los pacientes o las personas que a lo mejor no consideramos, como los administradores – santidad que pasa desde el primero hasta el último….Y hasta los de la cafetería….(risas).
Sean perfectos
Ellos nos dan un tiempo precioso para tomarnos un café, decir dos palabras, te regeneran de alguna manera. Considero que el Señor también pasa por ahí”. Todos podemos ser santos: “Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo (Mateo 5, 43-48)”, afirmó.
Los sacerdotes se han unido a la lucha contra el virus letal, a menudo con gran riesgo. Hasta la fecha, 111 consagrados han sido asesinados por el coronavirus. Y más de 146 médicos han fallecido. ¿De dónde saca la fuerza? “Yo me siento amado por parte de Dios. Yo no soy bueno, pero si me siento amado. Rezo y la Eucaristía me sostiene todos los días”, concluyó padre Gerardo.
Fuente: Aleteia