Se quedó vacío por falta de vocaciones, hoy acoge a personas solas
Ramón se divorció hace cinco años. “Soy el prototipo de persona que se encuentra en situación de soledad”, admite, valiente. Reconocer que uno está solo “no es fácil, pero si no quería acabar mis días bebiendo en el bar, el recurso fácil, o encerrado en casa todo el día viendo la televisión, tenía que dar el paso y ser consciente de mi realidad”.
Tras la separación se trasladó a Betanzos –localidad coruñesa de 13.000 habitantes–, donde “tuve la suerte de encontrarme a fray Enrique Lista”, un franciscano con el que compartió años de seminario, allá en su juventud. “El padre me invitó a pasar los días aquí con él, en el convento de San Francisco”.
Era agosto de 2016 y las Hermanas Misioneras de María salían del convento betanceiro –cuya construcción data de 1289– ante la escasez de vocaciones.
Había varias posibilidades: vender el inmueble, dejarlo vacío o devolverle la vida poniéndolo al servicio de los más necesitados.
“Y una de las grandes epidemias del siglo XXI, que nos está invadiendo poco a poco, es la soledad, una forma actual de pobreza”, afirma el padre Lista.
Por eso se puso manos a la obra y propuso al provincial franciscano de Santiago el proyecto Familias Abertas, una idea “que ya me venía de lejos. Durante años fui responsable de la puesta en marcha del albergue Juan XXIII para transeúntes, y colaboré con una organización italiana de ayuda a drogodependientes”.
“Todo esto me llevó a detectar el problema de tanta gente que vive en medio de una gran soledad, que necesita de otras personas para paliar su mal. Y que la solución a todo esto es sentirse en familia”.
Porque normalmente, añade el fraile, “un mal sumado a otro mal da un mal mayor. Pero con la soledad ocurre lo contrario: dos personas solas, dos males individuales, juntos desaparecen”.
La respuesta de la provincia franciscana fue positiva y el fraile abrió literalmente las puertas del convento de la localidad para desarrollar una familia abierta, un espacio orientado a personas que viven solas o se sienten solas, mayores de 18 años.
“La idea no es montar una asociación benéfica, ni tampoco atender a personas con dependencia, porque no tenemos infraestructura para eso”.
“El objetivo de Familias Abertas es “que la gente vaya al convento a compartir su día, desde la mañana hasta la noche, que vivan en familia. Ellos se preparan el desayuno, la comida… y después programan juntos qué hacer durante el resto de la jornada”.
Pero ojo, destaca fray Enrique, “queremos escapar de las actividades que son características de los centros de día o centros sociales, que están delante de la televisión todo el día, leyendo la prensa o jugando a las cartas”.
“Queremos que la gente viva en total libertad y que la dinámica la marque cada grupo: por ejemplo, se puede echar una mano en el convento”, como es el caso de Ramón.
El que fuese comercial durante toda su vida laboral, hombre inquieto por naturaleza, cogió papel y bolígrafo y se puso “a estudiar las obras de arte que hay dentro de la iglesia que pertenece al convento franciscano”.
Pasé de no saber qué hacer con mi vida, porque estaba recién jubilado, a compartir conocimientos con los turistas que pasan por aquí, a cuidar de los jardines… estoy para todo lo que necesiten”.
Aleteia