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Aborto

Abortista arrepentido: “Le arranqué las piernas mientras vivía. El mundo entero se me vino abajo”

Un médico norteamericano, que prefiere guardar el anonimato, ha relatado como pasó de practicar abortos por dinero a dejar su trabajo en un abortorio. Ha pedido ayuda a la organización de la ex directora de Planned Parenthood y ahora activista provida, Abby Johnson

El abortista Warren Hern atiende a más de 10 mujeres al día que abortan en el tercer trimestre de embarazo/freepictures

“La gente me pregunta por qué decidí como médico empezar a practicar abortos. Siendo honesto, diré que fue por dinero.

No tenía que estar en un hospital haciendo guardias, ni atendiendo emergencias, ni pasar días enteros sin dormir. Mi trabajo en el abortorio era sencillo, automático, no tenía que pensar. Llegaba, trabajaba unas cuantas horas y me volvía a casa con un cheque con varios ceros”.

Así comienza la carta de un hombre que, arrepentido, puede volver a llamarse médico con todas las letras, después de haber ayudado al asesinato de miles de bebés.

El médico todavía no está preparado para revelar su nombre, por lo que ha pedido ayuda a Abby Johnson, la exdirectora de un centro de la internacional abortista Planned Parenthood, quien creó la organización “And Then There Were None” (Y entonces, no quedó ninguno) para ayudar psicológicamente a médicos y personal sanitario y administrativo arrepentido de haber trabajado en abortorios.

El exabortista, ha afirmado a través de esta organización, que pensaba realmente que estaba ayudando a las mujeres que acudían a su negocio a abortar. Sin embargo, un domingo acudió a la iglesia con unos familiares y fue entonces cuando sintió vergüenza de su oficio.

“Después de la iglesia, un familiar me llevó a comer y confrontó mi trabajo en el abortorio. Me sentí muy incómodo, pero ni siquiera me enfadé. En verdad me gustó la valentía con la que trató el tema del aborto“, afirma el doctor.

“Me di cuenta que había llevado la vergüenza a mi familia”

Durante esa charla de sobremesa, el abortista se conmovió. “Me di cuenta que había llevado la vergüenza a mi familia, les podía comprar todo lo que quisieran, pero había algo que no podía comprar, mi honestidad como médico“.

Después de ese día, el médico se replanteó su trabajo en el abortorio, pero como estaba ligado a un contrato en exclusividad, tenía que esperar para poder irse. Al día siguiente, practicó el último aborto de su vida, el cual le cambió para siempre.

“Vi como su pecho todavía se movía de arriba abajo. La vida que estaba matando seguía viva”

“Atendí a una mujer que estaba entre la semana 16-17 de embarazo y se negaba a tener a su bebé, una niña. En mi establecimiento hacíamos siempre abortos de dilatación y extracción, en los que utilizamos un forceps para extraer al bebé por partes -explica el médico-. En este aborto, extraje primero las piernas de la niña y cuando seguí tirando, el bebé salió con el torso, los brazos y la cabeza todavía unidos, no me dio tiempo a reaccionar, fue todo muy rápido”.

“Dejé a la niña en la bandeja de eliminación y entonces vi como su pecho todavía se movía de arriba abajo. La vida que estaba matando seguía viva, aunque fuera solo por unos segundos”, relata el médico.

Y añade: “Allí estaba yo, sosteniendo a esta pequeña niña y entonces el mundo entero se me vino abajo. Ella seguía viva, y yo le había arrancado las piernas mientras seguía viva. Sé que ella lo sintió, lo sé porque la anestesia es solo para la madre. Yo era la primera persona que vería y también la última. En ese momento agradecí que no pudiera abrir los ojos para verme…“.

“Se que no estoy solo, la comunidad provida me ha acogido, no me han juzgado y me están ayudando a sanar”

Después de esta experiencia, el médico no volvió nunca al establecimiento abortista y ha cambiado su modo de vida por completo. A nivel personal, ha agradecido la ayuda de la organización de Abby Johnson para poder curar las heridas del pasado.

“Estoy empezando un nuevo camino, todavía tengo que trabajar muchas cosas, pensamientos que tengo que eliminar y creencias que tengo que asimilar, pero se que no estoy solo. La comunidad provida me ha acogido, no me han juzgado, sino que me están ayudando a sanar”.

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