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¿Nuevas masculinidades o un Hombre Nuevo? 6 maneras de entenderlo bien

La polarización está a la orden del día. O es blanco o es negro, o eres de derecha o eres de izquierda, o eres progre o eres conservador. Pareciera que el justo medio hubiera sido olvidado. Creo que parte de la razón de este olvido podría situarse en entender de una manera errada el no «ser tibio» y tomar un bando o una posición inamovible. También al hablar de «nuevas masculinidades»

Creo – y lo digo con temor porque no soy dueña de la verdad -, que los polos nos impiden escucharnos y hablar. Es necesario un centro. El puente que una en diálogo a los extremos y nos ayude a transitar el camino del uno y del otro con la intención no de contentar a todos, sino de escucharnos e ir descubriendo juntos aquello (o Aquel) que nos hace más humanos.

Hablemos de masculinidad

Nuevas masculinidades

En el ámbito de la masculinidad no nos libramos de estos polos. Parece que se ha desatado una guerra sin cuartel que nos tiene, al que menos, un poco confundidos. ¿Qué es masculinidad y quién la definió como tal?

Parecen preguntas que hoy no tienen una respuesta unívoca. Al no tener una respuesta clara es lógico que nos encontremos en una crisis innegable: vivimos una crisis de masculinidad y por consiguiente de feminidad (porque siempre van unidas).

Si revisamos la historia podría aventurarme a decir que el significado de lo masculino (y lo femenino) no fue definido o inventado por algún ser humano que se le ocurrió de la nada.

Las características de lo que el ser humano consideró masculino (y femenino) tuvieron que ver primero con la biología (que es lo más visible), luego con el comportamiento y por último con la cultura que cada grupo humano y civilización fue desarrollando.

Fortaleza física, ímpetu, competitividad y agresividad

Nuevas masculinidades

Son algunas de las características que el ser humano fue observando predominantemente en lo masculino. La figura del héroe sanguinario (como Aquiles) y del poder dominante, rebelde e incluso arrogante es algo común en gran parte de las culturas humanas.

Es real que esta figura ha permanecido en el tiempo, pero lo cierto es que la masculinidad ha ido teniendo su propio camino de luces y sombras que necesitamos conocer y reconocer.

Documentos oficiales como la Guía para la práctica psicológica con niños y hombres podría hacernos entender o afirmar que estas características (observadas predominantemente en lo masculino) son nocivas por sí mismas.

Pero antes de quemar la guía y cerrarnos en una guerra sin cuartel entre ideologías, habría que entender qué es lo hace nocivo un comportamiento o no. Creo que la intención o el propósito tiene mucho que ver con esto.

Descubriendo al Hombre Nuevo

Frente a estas afirmaciones que, implican que lo masculino es algo nocivo por sí mismo, podríamos revisar distintas literaturas en las que podemos ver estas características como herramientas que conducen a la más alta nobleza (basta leer a Tolkien, por ejemplo). Lo cierto es que en la historia hay un punto de inflexión en la masculinidad, y en la humanidad en su total, que dividió la historia en dos: Cristo.

Cristo es el Hombre Nuevo que frecuentemente es olvidado al mirar al ser humano. Y es una figura clave para entender la masculinidad (y la humanidad en su conjunto). Entiendo que este «olvido» puede hacerse con la intención de sacar cualquier confesión religiosa del análisis, pero hay una evidencia histórica enorme de la existencia de Cristo (incluso para no creyentes) y de su gran influencia (independientemente de si creas o no en Dios) en la cultura.

La masculinidad de Cristo

En Cristo vemos una transformación de lo que significaba hombría. Cristo no fue ese mesías guerrero que el pueblo judío esperaba que derrocase el poder opresor. Cristo fue un salvador que puso todo su ser hombre al servicio del otro.

Que utilizó esa fortaleza, ímpetu, agresividad e incluso competitividad para levantar al herido, proteger al desvalido, curar a los enfermos y enfrentarse a los poderosos de una manera astuta. Llamó a los hombres a ponerse al servicio de los demás y no a apuntar la propia gloria personal. Y esto fue considerado un escándalo.

La figura de Cristo, y el cristianismo en este sentido, da una nueva orientación a lo que masculino significa. Cristo, que habló de la dignidad de las mujeres, que puso a la cabeza de la iglesia a su propia Madre, honró a su padre, que habló del repudio y la cerrazón de los corazones de los hombres frente a sus esposas e hijas, ya nos trae ese modelo de nuevo hombre.

Claramente, pudo haber borrado del mapa a sus enemigos, hacer «llover fuego del cielo», pero en gran contraste mostró el gran coraje, fuerza física y valentía que se necesitan para cargar con una Cruz y derramar la propia sangre antes que la del otro.

Nuevas masculinidades que no son tan nuevas

Antes de temer a lo que la cultura actual promulga acerca de las nuevas masculinidades, creo que es importante volver la mirada a las características propias de la persona humana, masculina y femenina, y sacar de ellas el propósito último: hacer el bien y buscar la verdad.

El hombre no puede caminar el camino a la virtud solo. Buscar una expresión de masculinidad sin violencia, sin dominación, maltrato y abuso de poder es lo natural. La interpretación errónea es entender que todas estas actitudes nefastas son propias de lo masculino solamente y que la única solución es feminizarlas (como si lo femenino no tuviera también sus propias sombras)

Hombres que necesitan ser hombres

¿Nuevas masculinidades o un Hombre Nuevo? 5 maneras de entender la diferencia

Frente a las confusiones y conflictos que la cultura actual nos provoca sobre masculinidad (y feminidad), ambos, hombres y mujeres, podemos encontrarnos sin rumbo y sin entender bien lo que somos.

Desenredar este enredo (que es tan antiguo como la propia humanidad) implica emprender un camino de virtud de la mano, comprendiendo que no podemos exigir ausencia de agresividad si contamos con una cultura violenta en su total.

Si exigimos contención y autocontrol en lo sexual, si a nuestros niños (hombres y mujeres) los bombardeamos de contenido sexualmente explícito y al alcance de sus manos en una edad en la que los hábitos se fijan y la contención propia es difícil; si expulsamos y satanizamos la figura del padre y exacerbamos solo la figura de la madre… No podemos exigir empatía, expresión de sentimientos y confianza si en los hogares esto no ha sido construido.

No tengamos miedo de hablar de nuevas masculinidades. Cristo, que es el centro del tiempo y de nuestra historia, ya nos había traído una. Es hora de volver a ella, independientemente creas en Él o no, esa masculinidad nos muestra un camino que irresistiblemente nos llevará al encuentro con la propia identidad.

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