Todos tenemos personalidades diferentes, incluso hay hermanos que son ¡polos opuestos! Esa pluralidad de personalidades y formas de ser, hace que se presentan dificultades en la convivencia familiar, las cuales son normales y llevaderas si cada uno pone de su parte.
Así que para lograr una convivencia familiar armónica y pacífica, te sugerimos tener en cuenta las siguientes pautas o “acuerdos compartidos”:
- Bajo ninguna circunstancia hacemos uso de la violencia
Física, emocional ni (o) verbal, contra ningún miembro de la familia, ni contra nadie. El respeto es la base de las buenas relaciones familiares, es la herramienta para expresar asertivamente los desacuerdos, para manifestar las emociones y los sentimientos.
El respeto genera respeto. Si en el hogar se respira un ambiente de respeto entre los padres y de los padres hacia los hijos, éstos no tendrán otros patrones para actuar de forma diferente. Por eso la autoridad sobre los hijos debe estar totalmente desligada de insultos y presiones psicológicas.
- Busquemos ser una “Familia unida” y no una “familia junta”
La “familia junta” vive en un hogar tipo hotel: duermen y se alimentan, nada más. Cada uno vive su espacio, no se comunican, nadie sabe de los problemas del otro, se percibe un ambiente de individualismo… Es simplemente un grupo desarticulado que vive bajo un mismo techo.
Muy diferente es la “Familia unida”; la cual es un equipo, un sistema, en el que todos los seres que la integran están conectados, están en función de servirle al otro y, todo absolutamente todo, está enmarcado en el plano del amor.
La comunicación es la red que conecta los miembros de una familia, pues permite conocerse y comprenderse mutuamente. Por lo tanto deben existir espacios y momentos para compartir juntos, para disfrutar los unos de los otros, para conocer las experiencias, miedos, sueños y alegrías que cada uno lleva dentro.
- Todos aportamos y nos apoyamos entre sí
La unión hace la fuerza. El hogar es un espacio donde conviven los miembros de una familia como comunidad de amor en la que todos aportan, de una u otra forma, para lograr el bienestar de todos. Esto quiere decir que cuando hayan dificultades, cada quien ayuda desde sus posibilidades.
- Perdonamos y no guardamos rencor
En la vida hay que perdonar muchas veces y más a la familia. Todos nos equivocamos en algún momento y son las personas cercanas las que nos deben dar la oportunidad de resarcir los daños y seguir adelante.
- Todos ayudamos a mantener el orden y la limpieza
El trabajo del hogar es responsabilidad de todos, no sólo de la madre. Cada quien, por joven que sea, puede aportar su grano de arena para ayudar en las tareas que a diario hay que realizar en casa. El trabajo conjunto hace más llevadera la vida cotidiana, mejora la convivencia y el clima familiar, además forma en virtudes a los hijos -autonomía, esfuerzo, voluntad, reciedumbre y responsabilidad-.
“Tips” para lograr el éxito en estas reglas
– El éxito está en que los padres lo cumplan en primera instancia y así los hijos seguirán su ejemplo.
– Otro factor decisivo es el estímulo. El ser humano necesita de estímulos, pues hacen las veces de gasolina para los motores. Un reconocimiento, un gesto amable, una palabra, son “palmaditas” en la espalda que animan a las personas a reforzar el comportamiento positivo.
– Cuando hay niños pequeños, vale la pena establecer un premio por el buen cumplimiento, esto les motiva y les permite interiorizar la norma en la infancia.
– Después en la adolescencia y juventud, los estímulos serán más efectivos si están de por medio los permisos y gustos propios de la edad. Tampoco quiere decir que ante todo debe haber una recompensa, sino que alguna vez se les puede estimular, de modo que los padres no se enfoquen únicamente en las conductas negativas.
– De igual manera, la constancia, la voluntad y el convencimiento de querer acatar las normas a favor de la sana convivencia familiar, son definitivas.
Fuente: La Familia