Cada palabra que sale de nuestra boca, especialmente la que le decimos a nuestros seres más cercanos: nuestro cónyuge y nuestros hijos, tiene un poder mágico.
Un error común que muchos cometemos es no darnos cuenta del efecto, la influencia y la magnitud que tienen cada palabra que sale de nuestra boca, en especial la que le decimos a nuestros seres más cercanos: nuestro cónyuge y nuestros hijos. Este efecto puede ser tan positivo como negativo, tan destructivo como edificante.
Usemos como ejemplo a los personajes más poderosos de las novelas, o de historias de aventuras: magos, brujas o hechiceros. Su poder no radica en qué tan fuertes o rápidos sean, sino en saber, decir y usar las palabras exactas en el momento correcto y, al hacerlo, hacen la diferencia en el desenlace de la historia.
Ahora, te diré un secreto:
“Tus palabras son así, o más poderosas”. Tú puedes hacer toda la diferencia en el día, la semana, inclusive en la vida de tus seres queridos. Por eso debes usarlas con mucho cuidado, porque en ti está la decisión de bendecirlos, curarlos y ayudarlos, o en lastimarlos y herirlos de manera irreparable.
Hace unos meses leí que una pareja de celebridades pasaba por un momento difícil en su vida y en su matrimonio. La esposa había caído víctima de la depresión, se negaba a trabajar, a cuidar de su familia y de ella misma. Estaba cansada, frustrada, débil e irritable. Había perdido peso, no dormía y padecía migrañas y dolores musculares. El esposo podría haber decidido dejarla, ya que su matrimonio estaba por colapsarse. Pero, en lugar de eso, decidió mimarla con flores, besos y elogios, alabarla a solas y frente a todos sus conocidos. Comenzó a complacerla en todo momento y a vivir solo para ella.
El cambio en su esposa fue impresionante. Empezó a sentirse hermosa, porque su esposo no paraba de decírselo y de hacerla sentir hermosa. Su salud mejoró y su matrimonio se fortaleció; era mucho más fuerte y mejor que antes de la enfermedad. ¿A qué quiero llegar con esto? A que nuestras palabras y acciones de amor y bondad tienen un poder vivificante, estimulante y positivo.
¿Eres padre o madre?
Tus puntos de vista y palabras son el primer contacto de tus hijos con el mundo. Lo que pienses de ellos y lo que les digas será cómo se verán a ellos mismos.¿Eres esposo? Tu esposa te ama y tu opinión es la más importante para ella. Trátala con dulzura. ¿Eres hija? Cuida lo que le dices a tus padres, tienes la puerta abierta a su corazón, puedes lastimarlos o alentarlos con facilidad. ¿Eres hermano? Tus hermanos son tus mejores amigos; si eres hermano mayor, ellos quieren ser como tú, por ello cuida cómo los tratas, puedes dejar una huella permanente en su vida.
Trata de recordar la última vez que alguien te hizo algún cumplido o te dijo algo bien intencionado y el efecto emocional y físico que tuvo en ti. ¿Recuerdas el calor dentro de tu cuerpo? ¿Recuerdas haber sonreído con tu rostro y tu corazón? Este es el tipo de impacto del que puedes ser responsable.
No importa en qué ámbito hayas crecido o que no estés acostumbrado a ser amable y dar elogios; no importa que toda la vida te hayan tratado como si te hubieras enlistado en el servicio militar y te estuvieran preparando para soportar los insultos del enemigo. Es momento de romper esa cadena. Hay un idioma universal, el que todo ser humano merece y la manera correcta en que deberíamos dirigirnos los unos con los otros: el AMOR. Así que si todavía no lo hablas, o si quieres mejorar la calidad en la que les hablas a otros, es momento de poner manos a la obra y seguir estos consejos:
NUNCA
No uses malas palabras, groserías o expresiones vulgares
Te aseguro que tienes mucha más capacidad en tu vocabulario como para limitarte al uso de estas desagradables palabras. Créeme, a nadie le gusta que lo insulten o lo hagan sentir menos.
No grites o levantes la voz en tu hogar
Tu casa debe ser un santuario de paz. Hay una frase muy linda que dice: “A tu esposa solo se le grita para avisarle que la casa se está incendiando”. Y hay otra: “No es necesario que levantes la voz, si tu argumento no es lo suficientemente bueno, cámbialo, no va a mejorar repitiéndolo a todo volumen”.
No uses sarcasmo o ironía al hablar, o un tono despectivo o agresivo
Esta es otra manera de herir a las personas a las que estén dirigidas las palabras.
No hagas lo que no quieres que te hagan
Recuerda la regla de oro: no digas nada que no te gustaría que te dijeran a ti. Antes de abrir la boca, piensa por unos segundos lo que vas a decir. No puedes borrar las palabras habladas. Piensa en la repercusión que tendrán a futuro.
No te quejes, critiques, compares ni menosprecies
las acciones de tu familia, especialmente en el hogar. Si no te esfuerzas por mantener un ambiente positivo en él, tus familiares no disfrutarán ni de tu compañía, ni del tiempo en casa.
SIEMPRE
Habla con cariño, con bondad y con una sonrisa
Recibirás lo mismo en respuesta. “Las palabras amables pueden parecer cortas y muy sencillas, pero su eco es perpetuo” (Madre Teresa).
Usa las palabras “por favor” y “gracias”
Son cortas, no te lleva más de un segundo decir cada una, y pueden hacer maravillas. No ahondes en lo negativo, resalta los pequeños detalles positivos. Agradece porque hay comida en la mesa, porque tu hermosa esposa te recibió del trabajo con un beso y porque tus hijos te abrazan cada vez que tienen oportunidad.
Celebra los logros de tus hijos y de tu pareja
No importa que el logro de tu pequeño sea que puede colorear sin salirse de la línea, piensa cuánto significa para él, el que a ti te importe.
Escucha y habla cuando es necesario
A veces tu hijo o tu cónyuge no necesita una cátedra sobre cómo puede mejorar o dirigir su vida de manera adecuada, a veces lo único que requiere es que lo escuches y le digas que lo apoyas y lo amas, que estás ahí para él.
Escoge el silencio a una explosión de ira
Si estás en extremo enojado o frustrado trata de contenerte y no digas nada hiriente, mejor espera a que te calmes para discutir la situación. Las palabras pueden ser dagas invisibles que perforan el corazón. No dañes a tus seres queridos por un mal momento.
Expresa en voz alta tus sentimientos por los miembros de tu familia
No es suficiente con que los sientas, ellos necesitan escucharlo de ti constantemente. Sé honesto, cariñoso y sé un amigo para ellos.
Si todavía no estás convencido del impacto que pueden tener tus palabras, te propongo un experimento: decídete por una semana a solo decir comentarios positivos, alentadores y amables a los miembros de tu familia. Empieza por tu pareja. Te prometo que al final de la semana recibirás más sonrisas, abrazos, besos y agradecimientos de los que nunca antes habías imaginado. Verás una diferencia en la manera en que tu familia te trata y en cómo la ves a ella, esto es, con mucho más amor. Es momento de esparcir esa magia con tu familia y de ser más feliz haciendo a otros felices.
Con información de familias.com
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