Durante las últimas semanas, en Bastión Político hemos abordado distintas iniciativas relacionadas con la voluntad anticipada, la ortotanasia y la eutanasia. Son conceptos que suelen generar confusión y, en ocasiones, incluso algunos actores políticos y expertos en el ámbito legislativo han mostrado desconocimiento al respecto. Vale la pena aclarar que la voluntad anticipada no es lo mismo que eutanasia, como algunos han afirmado de manera equivocada.
La semana pasada se presentó en la Cámara de Diputados una propuesta para elevar a rango constitucional el supuesto “derecho a la eutanasia”. El texto plantea asesinar al paciente con el pretexto de “evitar su sufrimiento”. La iniciativa está redactada de forma tan deficiente que permitiría que cualquier persona, incluso sin estar en etapa terminal, pudiera solicitar la muerte médicamente asistida bajo el argumento de sufrir psicológicamente. Una aberración que, lejos de ofrecer bienestar y apoyo a los enfermos terminales o a quienes padecen problemas de salud mental, los desecha como si su vida careciera de valor. Es un ataque directo a la bioética y a la dignidad humana.
El sufrimiento es parte inherente de la vida. En la cultura posmoderna, marcada por el hedonismo, parece inconcebible aceptar esta realidad. Sin embargo, todos, tarde o temprano, enfrentaremos el dolor y las pruebas de la existencia. Aunque el sufrimiento no siempre puede evitarse, sí puede tener un sentido trascendental y, sobre todo, puede ser aliviado con apoyo médico, psicológico, espiritual y humano.
Ahora bien, ¿qué hacer ante el dolor de los enfermos terminales? ¿Es correcto dejarlos sufrir hasta la muerte? ¿O es mejor someterlos a costosos tratamientos con escasas probabilidades de éxito, prolongando artificialmente la vida y el sufrimiento? Estas preguntas nos llevan a precisar conceptos clave en la bioética del final de la vida:
- Eutanasia: del griego eu (buena) y thanatos (muerte). Es un eufemismo engañoso similar al de “interrupción legal del embarazo”. En realidad, consiste en provocar intencionalmente la muerte de un paciente —generalmente por petición propia— a través de un profesional de la salud. Es, en términos claros, un asesinato consentido.
- Distanasia (o ensañamiento terapéutico): prolongación artificial e innecesaria de la vida de un paciente terminal mediante tratamientos excesivos y sin beneficio real. Suele derivar de prácticas médicas poco profesionales que alimentan falsas esperanzas a familiares, a veces con fines económicos. También responde a la dificultad emocional de aceptar el duelo.
- Ortotanasia: permite que el paciente terminal muera de manera natural, sin adelantar ni retrasar el proceso. Incluye cuidados paliativos, acompañamiento integral y respeto a la dignidad de la persona. No se trata de “dejar morir” sin más, sino de acompañar en el tránsito final.
- Voluntad anticipada (testamento vital): documento legal en el que una persona establece de antemano qué tratamientos médicos desea o no recibir si llega a perder la capacidad de expresarse. No implica eutanasia, sino que busca evitar la distanasia y orientar las decisiones hacia la ortotanasia.
- Suicidio asistido: a diferencia de la eutanasia, el propio paciente realiza la acción final para causar su muerte, con asistencia médica (por ejemplo, recibiendo una sustancia letal). Constituye igualmente un atentado contra la dignidad de la persona y no se limita a enfermos terminales, sino que puede extenderse a cualquier persona con deseos de morir.
- Cuidados paliativos: atención médica y acompañamiento integral para aliviar el dolor y el sufrimiento, sin acelerar ni retrasar la muerte. Incluyen tratamiento físico, apoyo psicológico, tanatológico y espiritual. Buscan que la vida termine en paz, rodeada de amor, dignidad y aceptación.
- Muerte digna: no es sinónimo de eutanasia. La auténtica muerte digna consiste en respetar la voluntad del paciente, evitar sufrimientos innecesarios y brindar cuidados paliativos adecuados, sin provocar intencionadamente la muerte.
- Tanatología: disciplina que ayuda tanto a pacientes como a familiares a enfrentar la muerte y el duelo de forma saludable, aceptando el proceso sin negarlo ni minimizarlo.
- Bioética del final de la vida: principios éticos que orientan la toma de decisiones médicas y familiares sobre tratamientos, calidad de vida y respeto a la autonomía y dignidad de la persona.
Como puede verse, hablar de la muerte no debería seguir siendo un tabú en nuestra sociedad. Todos moriremos y es necesario que exista un marco legal y humano que permita enfrentar ese momento con paz, respeto y dignidad.
La voluntad anticipada, la ortotanasia y los cuidados paliativos son caminos que defienden la vida hasta su final natural. En contraste, la eutanasia y el suicidio asistido son propuestas que se presentan como “pragmáticas”, pero que en realidad despojan de sentido el sufrimiento, desechan a los enfermos y reducen la vida a un criterio de utilidad.
También es fundamental reconocer el papel de la familia y los seres queridos en este proceso. No se trata únicamente del paciente, sino de quienes lo rodean y acompañan en la etapa final de su vida. El amor, la presencia y el cuidado cercano de la familia ayudan a que el enfermo viva este momento con mayor paz y fortaleza, y al mismo tiempo permiten a los familiares procesar el duelo de manera más humana y consciente. El vínculo afectivo es insustituible y debe ser parte central de cualquier legislación y práctica médica en torno al final de la vida.
La batalla cultural exige claridad: debemos cuidar que las leyes estén bien redactadas para que no se cuelen, bajo engaños, propuestas que busquen normalizar la eutanasia o el suicidio asistido. La muerte es un tema difícil, pero debe ponerse sobre la mesa en el debate público y en el seno de las familias, siempre desde la verdad y la dignidad.